Faustina Kowalska revolucionó el mundo moderno elevando la misericordia divina a piedra angular de la vida sobrenatural: “Jesús en Vos confío”
16 de abril de 2023. Domingo de la Divina Misericordia, la única nueva fiesta litúrgica del siglo XXI, instaurada por San Juan Pablo II para el domingo después de Resurrección, el mismo Papa que canonizó a su compatriota, la polaca Faustina Kowalska (1905-1938), la mística polaca del siglo XX que describió como nadie el amor de Dios, plasmado en su misericordia para con el hombre. Si quieren saber más, lean el Diario de la Divina Misericordia. Si lo quieren más apañado, confórmense con el serial que publicamos en Hispanidad sobre el dúo Kowalska-Wojtyla, porque el más conocido no deja de ser un producto de la libertad religiosa que ha profundizado más que nadie en la doctrina de la Iglesia sobre la filiación d ivina y el abandono en manos de Dios. Aquí tienen el serial.
Y si son gente inteligente, que no quiere enfangarse con nuestro 'coleccionable', les bastará con vivir la indulgencia plenaria -total, de pena y de culpa- decretada por el mismo Papa Wojtyla para este segundo domingo de Pascua. Siempre con las condiciones habituales: confesar, comulgar, reafirmar la fe con el rezo del Credo y rezar por el Papa. Esa indulgencia plenaria supone un volver a empezar, algo así como un segundo bautismo.
Prepararás al mundo para mi última venida: la gran tribulación no ha comenzado en el siglo XXI, ya empezó en el XX. Y la etapa final de la historia no comienza con la explosión tecnológica sino con el modernismo, ya condenado por San Pío X
La figura de Santa Faustina (1905-1938) emerge en la etapa final de la historia, aquella en la que Dios tiene prisa, pues se hacen realidad aquellas palabras del Evangelio: cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?
El papel de la eslava Kowalska en la historia se lo resume el Señor en las siguientes palabras, durante una de sus revelaciones: "Prepararás al mundo para mi última venida". La gran tribulación no ha comenzado en el siglo XXI sino en el XX. Y la etapa final de la historia no comienza con la explosión tecnológica sino con el modernismo, ya condenado por San Pío X, a principios del siglo anterior. Ojo, me refiero al modernismo doctrinal, filosófico, no al artístico, que no es sino una mera consecuencia y, en ocasiones, como es el caso de Gaudí, simplemente espléndido. No, me refiero al modernismo filosófico, el de verdad.
Es verdad que, a esta etapa final de la historia, el siglo XXI ha 'aportado' la blasfemia contra el Espíritu Santo, el pecado que no se puede perdonar... porque el arrepentimiento ha desaparecido y porque la realidad se ha invertido
Ojo, que el modernismo religioso no es negación de Dios sino deificación del hombre. El Modernismo doctrinal no es más que modernidad progre, aquello que asegura que, si algo no cabe en mi cabeza, ese algo no existe. Es el hombre endiosado, medida de todas las cosas. El modernismo ni tan siquiera niega a Dios, insisto, sólo deifica al hombre. Para ser exacto, me deifico a mí mismo. Y lo más gracioso es que lo hace en nombre de la tolerancia, de la modestia, y de no sé sabe cuántas majaderías más.
Es verdad que, a esta etapa final de la historia iniciada a principios del XX, el siglo XXI ha aportado la blasfemia contra el Espíritu Santo, el pecado que no se puede perdonar porque implica haber anulado antes el arrepentimiento. Ya saben, no es que Dios no lo perdone todo, es que cuando el hombre llama bien al mal y mal al bien, cuando dice que Cristo expulsaba a los demonios como príncipe de los demonios, cuando a la mentira se la llama verdad y a la verdad mentira, a lo feo bello y a lo bello feo... entonces no hay posibilidad de perdón porque el arrepentimiento, la única condición para que Dios perdone, no es posible. No es que Dios no perdone en su misericordia infinita es que el hombre no pide perdón. Y oiga, el perdón sólo es para quien lo pide.
Agarrémonos a la Misericordia Divina antes de que llegue la justicia de Dios, pero no son dos realidades sucesivas sino paralelas: hasta el juicio final habrá piedad. De ahí, la gran indulgencia (año 2000) de San Juan Pablo II
Por tanto, agarrémonos a la Misericordia Divina antes de que llegue la justicia de Dios, pero, ojo, no son dos realidades sucesivas: hasta el juicio final habrá piedad. De ahí, la gran indulgencia decretada en el año 2000, por San Juan Pablo II para este domingo de la Divina Misericordia.
¿Qué hay que hacer, por tanto, en esta etapa final de la historia, iniciada cuando, en plena I Guerra Mundial nuestra Señora se aparece en Fátima y Santa Faustina, desde Polonia, se convierte en el apóstol de la Divina Misericordia? Pues volver a la esperanza, que se resume en las cuatro palabras de Kowalska: "Jesús, en Vos confío". Confianza total en Dios, que implica esta actitud: cuanto más me falles, más confiaré en ti.
¿Qué hay que hacer? La humanidad, cada uno de nosotros, necesita volver a la esperanza, que se resume en las cuatro palabras de Santa Faustina: "Jesús en Vos Confío". Confianza total: cuanto más me falles, más confiaré en ti
Sí, no es una broma: cuando menos me concedas más confiaré en ti, porque la Misericordia Divina se sustenta en aquella queja de nuestra recia Teresa de Jesús a Cristo porque no le había concedido aquello que le había pedido: "Yo quería Teresa, pero los hombres no han querido". ¿Pero Dios no era omnipotente? Sí, y en su omnipotencia ha creado al hombre libre.
En cualquier caso, es una fiesta para aprovechar: convirtámonos al "Jesús, en ti confío". Cuatro palabras para darle la vuelta a tu vida.