Ya hemos dicho en Hispanidad que probablemente vivamos en la etapa final de la historia.  

Henry Newman: todas las épocas son iguales. Karol Wojtyla: Sí, pero nunca se había roto el continuo de la ley natural, ahora sí. Por eso, el siglo XXI es la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo

Pablo VI lo explica muy bien: "El misterio del dolor inocente es uno de los puntos más oscuros de todo el horizonte de la sabiduría humana; aquí (en la Pasión) queda atestiguado de la manera más patente. Incluso antes de descubrir algo de este problema nace en nosotros un irreprimible afecto hacia el inocente que sufre. Hacia él, Jesus, y hacía todos los inocentes, pequeños y adultos que sufren igualmente sin que su dolor tengo para nosotros un motivo. En el Viacrucis encontramos al primero de la dolorosa procesión de los inocentes que sufren. Y este primer paciente irreprensible nos revela finalmente el secreto de su pasión: es un sacrificio". 

Sí pero hablamos de un sacrificio con final feliz, porque acaba en resurrección. Los cristianos tenemos un Dios que sabe cómo salir de la cruz.

La vida interior no consiste en ser bueno, sino en un encuentro permanente con Cristo, en la oración y en la Eucaristía. El resto viene por añadidura

Recuerden, San John Henry Newman (siglo XIX) aseguraba que cada siglo es como los demás, aunque los que viven en él piensan que es el peor de todos". Y este santo sabio hablaba en el siglo XIX y del siglo XIX. 

A San Juan Pablo II también le hicieron esa misma pregunta en 1980. Respondió que este siglo (el XX) no era ni peor ni mejor que otros, ni más bueno ni más malo, pero que, atención, había algo que le distinguía de los demás: la incapacidad de una generación -la actual- para transmitir a la siguiente los rudimentos morales básicos, eso que antes llamábamos ley natural. Esa transmisión es un continuo histórico que ahora mismo se ha roto. 

Es decir, que ahora mismo, con cada generación comienza la historia y Satán ensaya con cada uno el pecado original como si todos fuéramos Adán y Eva. Y es muy duro ejercer de Adán y Eva. 

Por eso, Karol Wojtyla repetía que vivimos casos de barbarie antes desconocidos en la historia humana. Y es que el siglo XXI es la era de la Blasfemia contra el Espíritu Santo. Ya no se trata del resbaladizo relativismo, que asegura no saber dónde está el bien, ahora Satán, se ha quitado la careta y asegura que él si sabe dónde está el bien, precisamente en el mal. Con ello comienza la mayor inversión de principios y de valores de toda la historia: el mal es el bien y el bien es el mal... y que él, a la bestia es el mismísimo dios todopoderoso.

'Dios nos primerea', asegura Francisco. La pasión de Cristo fue dolor pero también fue sacrificio, dijo Pablo VI. Como demuestra la vida misma

En cualquier caso, qué más da. Lo único que sé es que podemos darle un corte de mangas a la melancolía, la tristeza hecha carne, porque de Dios ha resucitado y continúa resucitando.

A partir de este hecho, ligeramente trascendente, sólo conviene recordar que la vida interior no consiste en ser bueno -hay muchos buenos que acaban siendo letales- sino en un encuentro permanente con Cristo, en la oración y en la Eucaristía. El resto vendrá por añadidura.