Mel Gibson, quien creó la obra maestra del cine, La Pasión de Cristo, lo va tener más difícil con Resurrección, cuyo estreno esta anunciado para 2026. Lo digo porque, en la Semana Santa, el Domingo es más importante que el juves y el viernes pero más difícil de explicar y más arduo para conmover. Y a pesar de ello, la Resurrección de Cristo es, sencillamente, lo más importante que ha ocurrido en nuestras vidas y el suceso más relevante de la historia.
La resurrección pone el punto final a la primera venida de Cristo a este mundo, Ahora bien, Antes de despedirse, el martes santo, tres días antes de la crucifixión y cinco días antes de salir del sepulcro, Jesucristo enarbola el llamado discurso apocalíptico, recogido en varios evangelios (Mt 24, Mc 13 y Lc 21). Es decir, que antes de marcharse ya nos habla de su Segunda Venida a la tierra... y nos habla de forma profusa, aunque alegórica.
No conviene mirar hacia otro lado.
Para quien conoce un poquito, sólo un poquito, el ambiente católico, sabe que en el mundo actual, ahora mismito, no así hace 100 años pero sí hoy, el tema estrella es la proximidad del Juicio de las Naciones, que tantos confunden con el Juicio final. Yo mismo, sin ir más lejos hasta hace cinco años, aproximadamente.
En esos capítulos de los evangelios sinópticos, Cristo habla de crisis, guerras, terremotos, hambre, peste, los cuatro jinetes del Apocalipsis y alguno más, y hasta advierte que las columnas del universo se conmoverán, una imagen tan clara como imprecisa. Y, ojo al dato, ninguna época de la historia será peor que aquella que precederá a la Segunda Venida de Cristo.
Sí, rasquen un pelín en cualquier ambiente católico comprometido y, de una u otra forma, encontrarán justamente eso. Todas las tendencias -sensibilidades, diríamos hoy- acerca del fin de la historia -que no estamos a punto de vivir sino que ya estamos viviendo- recorren el Cuerpo Místico de Cristo en el momento presente.
Que vivimos una etapa fin de ciclo lo dice hasta el Papa Francisco, hombre de escasa tendencia milenarista, poco amigo de lo extraordinario (y esto en principio es bueno): "No vivimos una era de cambios sino un cambio de era".
Otrosí: no quedan nuevas fronteras que cruzar sino la sensación de que la humanidad ha cruzado demasiadas, y algunas sólo nos han traído amarguras.
¿Por qué creo yo que existe ese consenso y, al mismo tiempo, esa tendencia a negar cualquier anuncio de que estemos en una época fin de ciclo? Pues, en primer lugar, por otra frase del mismo Evangelio, que es de Cristo, no de ningún profeta ni vidente. Hela aquí: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?". Pues bien, ¿acaso no es el materialismo práctico el signo de nuestro tiempo, con un proceso que va del relativismo del siglo XX, que no creía en nada, hasta la Blasfemia contra el Espíritu Santo del siglo XXI, el pecado que exige la intervención directa de Cristo, dado que no se perdonará ni en este mundo ni en el venidero?
El 'fin del mundo' es algo en lo todos nuestros contemporáneos piensan de vez en vez, pero de lo que prefieren no hablar, no vayan a tomarles por loco. Pero los hay que pensamos que la Segunda Venida de Cristo está próxima... porque es muy posible que ya nos encontremos en situación de fe residual
La Segunda Venida de Cristo, aunque no sea el fin del mundo sino el fin de la historia, es algo en lo que casi todos nuestros contemporáneos piensan de vez en vez, pero, al mismo tiempo, de lo que la mayoría prefiere no hablar, no vaya a ser que le tomen por rarito. Sin emabrgo, los hay que pensamos que la Segunda Venida de Cristo está próxima... porque es muy posible que ya nos encontremos en situación de fe residual.
Ahora bien, lo primero a reseñar, en este Domingo de Resurrección, es que la Segunda Venida de Cristo es dogma de fe. O crees eso o no te puedes llamar católico. Nos lo ordena el Credo: "y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin". A lo mejor los augures no son tan raritos ni están tarados. Así que menos desprecios hacia esos milenaristas convencidos de que el Juicio de las Naciones está tirando a próximo. No conozco ningún católico medianamente formado que no piense en ello de forma cotidiana.
Ahora bien, ¿por qué hablar de escatologías en Domingo de Resurrección, la fiesta más grande del Cristianismo? Pues porque la Segunda Venida de Cristo vendrá precedida de una de los periodos más duros de la historia. En esos capítulos, Cristo mezcla la ruina de Jerusalén (año 70) a manos del general Tito, con su Segunda Venida. Jerusalén vivió uno de los asedios más crueles de toda la historia de la humanidad, donde se mezclaron todas la tragedias en un maremoto de violencia, hambre y enfermedad. Un suplicio de 100 días, fielmente representado por el relato de aquellos soldados que percibieron el olor a asado que salía de una casa y al entrar en ella, vieron a una mujer demenciada, que estaba asando en el fuego los miembros de su hijo descuartizado.
Así también, el juicio de las naciones, que no el Juicio final, vendrá precedido por unas 'horas atroces', antes del triunfo definitivo de Cristo en la nueva Jerusalén.
Así llegamos a la gran paradoja: la Semana Santa no es tiempo de tristeza sino de alegría: ¿Qué importan las tinieblas del Viernes Santo y el silencio ominoso del Sábado Santo si no son más que el preámbulo de la Resurrección? La Pascua dura más que la Cuaresma y ambas venden lo mismo: el triunfo de Cristo, el único personaje que se ha resucitado a sí mismo... y que de nuevo vendrá con gloria...