
Unos okupas han decidido quedarse a vivir en la casa con una anciana de 83 años dentro. Puede sonar a broma, pero es el caso real de Patricia y su madre que viven en Ibiza: "Traen invitados y la echan de la cocina. Me llama al otro día y me dice: ‘Hijita, ¿me puedes traer alguna cosita para comer? Una manzanita, o algo, porque no puedo entrar a la cocina’. Y tantas cosas que mi madre se queda callada..", confiesa Patricia a Diario de Ibiza.
Patricia es propietaria de un restaurante en ses Figueretes. La pesadilla comienza cuando en noviembre recibe un mensaje de un joven venezolano el cual había trabajado haciendo una fotos de su negocio el verano anterior: "Le he consultado a varios conocidos y me tomé el atrevimiento de molestarla un poco. Por si llega a saber algo de trabajo pues estoy a la orden". Además, le habla de su novia que también busca trabajo.
Tras los mensajes, Patricia decide contratarlos puesto que necesitaba personal: "Les ofrecí trabajo y alojamiento para los dos, a él en mi restaurante y a ella en el bar de mi hija". Me dijo: "‘Excelente, con mucho gusto, nos ponemos manos a la obra’. Hasta ahí todo bien".
Patricia les alquila el piso a partir de abril, pero el joven y la novia quieren mudarse en febrero, por lo que, haciéndoles el favor, decide que se instalen en casa de su madre durante unas semanas. Su madre, de 83 años, vive de alquiler y tenía más de una habitación, por lo que todo parecía encajar.
Hasta que llega el primer día de trabajo, y la novia se marcha del bar de la hija de Patricia de malas formas. Le termina confesando que ella va a trabajar en una discoteca y él conduciendo un coche VTC. Pese a la falta de palabra, Patricia les concede "una semana de plazo para que se busquen algo". A lo que el joven responde: "Señora, mire, de aquí no nos vamos. La situación está difícil y usted no nos puede echar de aquí. De aquí no nos saca ni el dueño del piso".
Y sabían de lo que hablaban, están "súper informados". "Llamaron a la Policía avisando de que iban a poner una cerradura en la habitación. Yo pensaba que eso no podía ser legal, pero vino la Policía y dijo que sí, que era su morada y que tenían derecho a proteger sus cosas".
Pero Patricia no lo estaba tanto porque en un momento de frustración decide coger las cosas de la pareja y sacarlas a la puerta, ¿respuesta? Llamaron a la policía y obligaron a la mujer a volverlas a meter. Los agentes le dicen que "dé gracias" a que no se la lleven detenida porque la conocen. Es más, los jóvenes han denunciado por coacciones a Patricia: "Me siento impotente, sin poder hacer nada. Me voy a dormir con mi madre y ellos están a sus anchas, te pasan por el pasillo casi empujándote y tú tienes que callarte. Pegan portazos y tú no puedes hacer nada".
Así, su madre ha terminado obligada a convivir con los okupas, que ya ha pasado dos veces por urgencias por ataques de ansiedad, pero los médicos prefieren no recetarle ningún medicamento por si "le atontan y sufre una caída" (porque los okupas amenazan y les dicen que se vayan ellas del piso) porque "la salud de mi madre es la prioridad".
Mientras tanto, los okupas "montan fiestas y campan a sus anchas por la casa" y han llegado a entrar a la habitación de su madre para quitarle el colchón y llevarlo a su habitación.