Debo este artículo al genial jesuita argentino Leonardo Castellani (1879-1981), al que he visto metido en muchos fregados pero no en la cuestión social. Sé de su genialidad pero, para mi sorpresa, resulta que otra vez ha salido airoso. Antes de nada dejemos hablar al poeta:

Inútil la fiebre que aviva tu paso,

no hay nada que pueda matar tu ansiedad

por mucho que tragues. El alma es un vaso

que sólo se llena con eternidad”.

Lo que conturba al proletario actual, afirma don Leonardo, es más la inseguridad que la impecuneidad. Es decir, no es lo que le falta hoy sino lo que le puede faltar mañana.

España es católica: no puede practicar una economía anglosajona: el católico vive en presente y no teme al futuro, el anglosajón vive obsesionado con el mañana, por ejemplo con la vejez. O así debería ser

Por cierto, como ya apenas quedan proletarios en Occidente, debemos hablar de clase media, pero es lo mismo. Y así, nos encontramos con los siguientes mandamientos ‘castellanienses’:

Nada menos cristiano que el ahorro, que mira al futuro, cuando el creyente debe vivir en presente: ni nostálgico de lo que fue ni atemorizado ante lo que será. Simplemente abandonado en manos de Dios.

Es más: la pobreza es una bendición, la miseria es un infierno. La pobreza es la falta de medios materiales. Eso siempre tiene solución. Lo que nunca tiene solución es la miseria: el miedo a no disponer de medios materiales. O como decían en el Opus Dei que yo conocí: una cosa es la santa pobreza y otra la puta miseria.

Nadie da más que el que poco tiene y el que todo lo deja mucho regala

Además, la primera lección de economía política, de macroeconomía, como diríamos hoy, es que “nadie da más que el que poco tiene y el que todo lo deja mucho regala”.

Por ejemplo, España es católica: no puede practicar una economía anglosajona: el católico vive en presente y no teme al futuro, el anglosajón vive obsesionado con el mañana, por ejemplo con la vejez, o así debería ser.

No se trata de de hacernos anglosajones, porque el que desaprende de su padre no aprende del vecino. Se trata de que la política económica católica del desprendimiento es muy superior a cualquier otra, sirve para pobres y ricos, es la premisa primera de la justicia social y acaba creando y repartiendo la riqueza sin tensiones púbicas. Mismamente.