Ya he explicado que el ataque del Sanchismo a la prensa libre, con el espantajo del bulo y la repugnante alianza con las asociaciones de defensa del periodismo libre, aliadas con el Gobierno contra la libertad de prensa, me llevaron a abandonar la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), tras décadas de permanencia en la misma.

Más tarde me ratifiqué en mi decisión cuando vi que eran los propios periodistas, quienes cooperaban con el liberticida Ejecutivo para liquidar al valiente periodista Vito Quiles. Me cuesta creer que un partido político sea tan miserable como el Gobierno actual pero aún me cuesta mucho más tragar que los propios periodistas, los compañeros del damnificado Vito, apoyen y jaleen la miseria del Gobierno contra la libertad de prensa.

Pero lo que me encuentro ahora es aún peor, mucho peor. Si hablar del fin del periodismo les parece exagerado esperen a leer esto. Hablo así por lo siguiente:

Por el momento, no voy a citar nombres pero les ruego que me crean, porque es verdad. Ocurrió hace un par de semanas, en uno de los telediarios de mayor audiencia de España. No, no les voy a decir la tendencia para no dar pistas y, con ello avergonzar a un colega... cuando me están diciendo que no es el único, ni mucho menos. 

Cuando un empresario, que paga con dinero, o un político, que paga con prebendas, disfrazan la publicidad como información no están comprando al periodista: están comprando al editor y con él, al conjunto de la plantilla de un medio

En mitad del telediario, ácido y crítico en otras cuestiones, casi sin entradilla y, desde luego sin colofón, surge un famosísimo empresario español, al frente de una de las grandes empresas del Ibex y prorrumpe en una autoalabanza bochornosa, alrededor de las ayudas que su empresa ofrece a los investigadores. 

Insisto, todo esto en mitad del telediario y como crónica de un acto en el que había participado nada menos que Su Majestad el Rey de España.

Aquello me sonó raro e hice un par de llamadas.. Una me confirmó que aquello era publicidad disfrazada de noticia y entonces empecé a realizar más llamadas. ¡Un horror! Descubrí que no era una excepción sino la regla, y que varios medios, y no hablo de pseudomedios, sino de algunos de los medios más importantes del país, están haciendo justamente eso: engañar al receptor -lector, oyente o televidente- con propaganda disfrazada de información. ¡Se me cayeron los palos del sombrajo! Para mí, ese es el fin del periodismo libre y me fastidia, porque me gusta mi profesión. 

A ver: la única norma ética en este oficio consiste en que el lector identifique, sin esfuerzo, qué son noticias y qué son anuncios publicitarios. Hoy, en España, se están emitiendo noticias con tarifa regulada: ¡qué asco! 

Uno puede publicar un anuncio y luego, en uso sincero de su libertad, criticar al anunciante. Pero si te has aliado con el anunciante para engañar al lector, entonces podrás ser chantajeado por siempre... y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo

Cuando un empresario, que paga con dinero, o un político, que paga con prebendas, también con concesiones, disfrazan la publicidad como información no están comprando al periodista: están comprando al editor y, con él, al conjunto de la plantilla de un medio.

Uno puede publicar un anuncio y luego, en uso sincero de su libertad, criticar al anunciante. Pero si te has aliado con el anunciante para engañar al lector, entonces podrás ser chantajeado por siempre… y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo.

Sí, esto puede ser el fin del periodismo.