Las placas tectónicas de los poderes geopolíticos y las ideas se mueven bajo los pies de la humanidad. Los planes multimillonarios del poder hegemónico, globalista y progresista fracasan. Los poderosos que los alimentaban con dinero y el miedo a diversos apocalipsis financieros, climáticos y sanitarios están siendo sustituidos por otros más poderosos: los tecnológicos. Hombres como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, más ricos que muchas naciones en su conjunto y con mayores avances tecnológicos que la propia NASA, están tomando el timón de la humanidad.
El mundo que hasta hoy hemos conocido, planificado desde los lejanos años 60 del siglo pasado, se está desmoronando. Aquellos que durante estas décadas se han beneficiado de este "nuevo orden mundial", como George Soros y Klaus Schwab, así como los políticos a sueldo que legislaban lo que ellos directamente no podían, se han enriquecido y han gozado de impunidad ante las perversiones que han impuesto a hombres y mujeres, a sociedades y naciones enteras. Políticas que han promovido la muerte como solución a la vida, que han roto la relación entre hombres y mujeres con leyes injustas y vejatorias, que han disuelto la familia hasta convertirla en una especie de arca de Noé donde cabe cualquier agrupación de personas o cosas. Han desorientado la identidad personal con políticas LGTB y trans, y han sumido a los ciudadanos en una pobreza crónica que les impide crecer individualmente, mientras los paseaban por sociedades ricas donde no les faltaba nada, salvo la libertad de ser lo que deben ser.
En Occidente, ahora les dicen que el sexo no es fluido, que son hombres y mujeres, que su espejo está en su contrario, y que un espejo no puede mirarse a sí mismo, como han pretendido los ideólogos del ocaso de la ideología de género con sus siniestras ideas de autopercepción
Los nuevos poderosos del mundo toman el relevo con más fuerza. Sin embargo, y retoman la antropología natural del ser humano, rescatándolo del caos de desorientación, manipulación y sometimiento financiero. Hombres y mujeres, comenzarán a escuchar nuevos proyectos de vida y sociedad. Comprenderán que ya no dependen de lo que se dicte en un país u otro para saber qué hacer en el suyo. En Occidente, ahora les dicen que el sexo no es fluido, que son hombres y mujeres, que su espejo está en su contrario, y que un espejo no puede mirarse a sí mismo, como han pretendido los ideólogos del ocaso de la ideología de género con sus siniestras ideas de autopercepción.
Los nuevos poderosos desafían las propuestas elitistas del transhumanismo. Porque no todo es tan idílico como nos han contado tal y como lo plantean los progresistas. El transhumanismo implica riesgos importantes en varios frentes: la desigualdad, la manipulación genética y la pérdida de nuestra humanidad. En una era en la que estamos ebrios de altas tecnologías, la inteligencia artificial, la bioingeniería y la nanotecnología tienen profundas implicaciones éticas y sociales que sus entusiastas propagadores omiten. Ya hay quien han advertido sobre las consecuencias de un mundo dominado por algoritmos y biotecnología. Los propagadores del transhumanismo progresista, están ansiosos por comenzar con los experimentos humanos, los mismos que han dado lugar a fenómenos como las generaciones de hijos concebidos por FIV (fecundación in vitro) que ahora buscan conocer quién es su padre, o los adolescentes seducidos por la transexualidad bajo el paraguas de la libertad y que ahora son esclavos de las farmacéuticas, dependientes de hormonas y ansiolíticos de tercera generación para frenar sus deseos suicidas.
Es cierto que la ciencia avanza en diversos campos, logrando soluciones y tratamientos eficaces. Sin embargo, algunas promesas no son más que mitología cientificista: la inmortalidad biológica, la longevidad a demanda, el desarrollo exponencial de las facultades humanas o la inmunidad ante el dolor y la enfermedad. Quizá los nuevos poderosos, que no son ideólogos sino tecnólogos, como Peter Thiel y Ray Kurzweil, busquen mejorar la salud humana, extender la vida y potenciar nuestras capacidades cognitivas sin necesidad de manipular la genética ni retorcer la esencia de la persona. El ser humano es lo que es, no lo que le dicen que puede ser según sus deseos.
El transhumanismo implica riesgos importantes en varios frentes: la desigualdad, la manipulación genética y la pérdida de nuestra humanidad
Tal vez el transhumanismo posmodernista, sin proponérselo, ha abierto un debate ético crucial sobre los límites de la ciencia. Una cosa es la terapia legítima, y otra muy distinta la alteración del patrimonio genético de nuestra especie bajo la falacia de una evolución imperfecta del ser humano. El transhumanismo es un tema fascinante que nos obliga a reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo y a tomar decisiones fundamentales sobre el futuro de nuestra especie. Sin embargo, la sociedad que hereda este debate no está preparada: su pensamiento es acrítico, su intelectualidad pragmática y carente de reflexión, les impide ver más allá de sí mismo. Una sociedad que se limita a obedecer, culturalmente deshecha, bombardeada por inputs demoledores desde pantallas, ya sean redes sociales o plataformas de entretenimiento. Especialmente los más jóvenes e inmaduros de todas las edades de condiciones sociales de todo tipo, están a merced de esta corriente disolvente.
Quizá los nuevos poderosos vengan a devolver al ser humano su razón de ser. Un trabajo de arqueología antropológica que requerirá un esfuerzo ímprobo y varias décadas hasta que logremos regresar a los orígenes, al momento en que el progresismo inició su labor de deconstrucción humana y comenzar de nuevo.
Historia de la Inteligencia Artificial (Guadalmazán), de Sara Robisco. La autora desmitifica la Inteligencia Artificial (IA) al trazar su evolución desde los años 50 hasta nuestros días, revelando cómo muchas de las técnicas actuales, consideradas innovadoras, tienen profundas raíces en la historia de la informática. Desde los primeros sistemas expertos hasta las avanzadas redes neuronales, cada capítulo ilumina aspectos clave, haciendo hincapié en su impacto en el mundo actual.
El rearme occidental (Almuzara Universidad), de Alessia Putin. La autora del exitoso Cancelación, habla del fantasma con tres cabezas que recorre Europa (y al mundo). Es el populismo de la tríada oscura: decrecimiento, victimismo y concienciación punitiva. Trazando el camino hacía un capitalismo de corte humanista, el libro propone la globalización con políticas más pragmáticas y menos ideológicas, que frenen la ola reaccionaria, autoritaria y populista presente tanto dentro como fuera de nuestras fronteras en este "súper-año electoral 2024".
El poder y las nuevas tecnologías (Erasmus), de Carlos Cantero. Su autor es un observador privilegiado por haber ejercido diversos cargos públicos de relevancia, entre los que destaca el de Diputlogado y el de Senador de la República de Chile. Desde esa posición interrelaciona, las teorías más influyentes sobre el poder con el imponente y descomunal cambio del paradigma social que está provocando la revolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.