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Si por algo define la decadencia en la que nos vemos, inmersos cada día más, es porque culturalmente se han perdido los referentes antropológicos, el discernimiento del bien y del mal y el empeño en manipular a las masas a través de la política desde los medios de comunicación y la ley. Pensadores de todos los espacios ideológicos coinciden en que nos precipitamos hacia la decadencia más irruptora de la historia de la humanidad. Y cuando hablo de pensadores, me refiero a verdaderos intelectuales, no a gurús informativos ni tertulianos a sueldo de los poderosos y sus gobiernos.
No hace falta investigar en profundidad para analizar esta decadencia. Basta con observar la superficie del día a día. Podemos ver cómo un presidente de gobierno miente sin sonrojarse, invierte el sentido para lo que fueron creadas las instituciones y convierte el poder que le ha sido otorgado en un instrumento personal de carácter vitalicio, cuando en realidad es un préstamo. Pedro Sánchez sigue socavando al Estado para su propia vanagloria y autocracia, y lo hace no por la legalidad, sino porque los votantes se lo permiten. Veamos los ejemplos recientes que conviene tener en cuenta.
Su esposa, Begoña Gómez, está imputada en varios casos de enriquecimiento personal por contratos públicos, financiación irregular y tráfico de influencias. Cada día es más evidente que la maquinaria del fango estaba -está-, en Moncloa. Sin embargo, una vez más, todo el poder del Estado se ha puesto a disposición de los intereses personales de Pedro Sánchez. Los ministerios de Justicia, Interior, Fiscal y de Presidencia han salido en tromba a defender a la señora Gómez. Una estrategia que no hace más que evidenciar que esta ciudadana, sin ningún cargo ni aforamiento, tiene mucho que ocultar, incluida su cara que se han empeñado por todos los medios en que no se la viera, y que debe ser un poema. No, no debe estar tan tranquila como según su abogado Antonio Camacho, «como lo están los inocentes», aseguró al salir de los juzgados.
Pedro Sánchez sigue socavando al Estado para su propia vanagloria y autocracia, y lo hace no por la legalidad, sino porque los votantes se lo permiten
Esta señora, mortal de los comunes, ha recibido una dispensa única con la que ha evitado el llamado paseíllo. Paseíllo que no pudieron evitar la infanta Cristina, su exmarido Urdangarin, Cristina Cifuentes, Mariano Rajoy y muchos otros. ¿Por qué Begoña Gómez tiene este privilegio? ¿Por qué los ciudadanos lo consienten? ¿Por qué los medios de comunicación progresistas lo admiten y justifican, cuando en otras ocasiones han sido implacables con otros casos de corrupción de la derecha?
Pablo Iglesias arremetió contra Ana Botella, la mujer de José María Aznar, diciendo: «Una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido». Una frase redonda que se volvió contra él mismo, ya que, según sus propias palabras, su entonces pareja Irene Montero siguió la misma ruta que la señora Botella. Frase que sigue dando vueltas, porque ahora retrata a la señora Gómez, con agravantes añadidos por imputación.
Todo esto refleja fielmente los pasos de la decadencia que estamos viviendo, propiciada por una sociedad polarizada y arropada por la correspondiente propaganda mediática. Pero no basta con esto. La orquestación para que la sociedad calle o asuma lo que sucede ante sus propios ojos obedece a las 10 estrategias de manipulación social analizadas y expuestas por el lingüista Noam Chomsky. Aunque conocidas, está bien hacer un breve ejercicio de observación, para mirar con seguridad más allá de nosotros mismos y descubrir, casi sonriendo, cómo la mayoría de la sociedad es presa de las maniobras políticas desde posiciones mediáticas, públicas y privadas:
1º La estrategia de distracción es fundamental para el control social, desviando la atención del público de problemas importantes y decisiones de las élites.
2º Crear problemas y luego ofrecer soluciones, implica generar una situación que cause una reacción en el público para que demande medidas específicas.
3º La estrategia de la gradualidad consiste en aplicar una medida inaceptable de forma gradual, a lo largo de años.
4º La estrategia de diferir es hacer aceptar una decisión impopular y presentarla como “dolorosa y necesaria” para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que uno inmediato, sobre todo porque en la naturaleza del ser humano está que el futuro será mejor.
5º Dirigirse al público como criaturas de poca edad, como si los espectadores fueran niños o deficientes mentales. Cuanto más se intenta engañar al espectador, más infantil se vuelve el tono (este debe ser el favorito de Yolanda Díaz).
6º Usar el aspecto emocional más que la reflexión, esta técnica interrumpe el análisis racional y el sentido crítico, y permite acceder al inconsciente e implantar ideas, deseos, miedos, compulsiones o admitir comportamientos.
7º Mantener al público en la ignorancia y mediocridad para que el individuo no comprenda ciertas tecnologías y métodos de control. Las leyes de educación aplican desde hace décadas la estrategia de la gradualidad llegando hoy en día al nivel más bajo en los alumnos españoles.
8º Ser complaciente con la mediocridad. Promover la idea buenista, el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto… La música, el arte, la forma de hablar, vestir, etc., ya no corresponde a los cánones estéticos de belleza y armonía.
9º Hacer creer al individuo que es el único culpable de su desgracia por su falta de inteligencia, capacidades o esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema, se invalida y se culpa, generando un estado depresivo que inhibe la acción. Sin acción, no hay revolución.
10º Hacer creer al individuo que el estado te conoce mejor que tú mismo. Hoy en día, las tecnologías permiten al sistema saber mucho de cada uno de nosotros y ejerce un mayor control sobre las personas.
El principio de certidumbre (Almuzara), de Arash Arjomandi. El autor es un pensador de origen iraní, discípulo de Eugenio Trías y la tesis de la obra se recoge en estas dos preguntas: ¿Es la incertidumbre connatural a la condición humana? ¿Es posible crear certezas en tiempos de confusión? Este libro no solo cuestiona, también ilumina. Y a medida que los tramos del enigma se unen, el retrato de nuestra relación con la incertidumbre cobra vida.
La dictadura de la apatía (Sekotia), de Pablo Cambronero. El lector encontrará una descripción concisa y accesible de las batallas culturales que los ciudadanos enfrentan diariamente, ya sea de manera consciente o inconsciente. En pocas páginas y con un lenguaje claro y preciso, se exploran las estrategias empleadas por los centros de poder para estructurar políticas y dirigir a la sociedad hacia objetivos que a menudo no reflejan las verdaderas necesidades de los ciudadanos.
La manipulación del lenguaje (Espasa), de Nicolás Sartorius. La posverdad, origen de este ensayo, es el hilo invisible que existe entre las palabras y la movilización de las conciencias, capaz de originar pequeños o grandes cambios. Para el autor, como expone en este «breve diccionario», las diferencias políticas ideológicas, como el neoliberalismo, el socialismo y el comunismo y los populismos, erosionan la libertad y en consecuencia la democracia.