
Creo que ya he hablado de esta conversación que tuvo lugar el 17 de junio de 2015, siendo ya Papa Francisco, en el monasterio Mater Eclessiae, entre el Papa emérito -¡qué mal suena eso de ‘emérito’!-, Benedicto XVI, y el exministro del Interior del Partido Popular, Jorge Fernández. Con la reseña de esa conversación termina su libro El Tiempo de María del que ya he hecho mención en varias ocasiones, aquí, en Hispanidad.
El libro termina con esa conversación, en la que Benedicto XVI habla sobre España con las siguientes palabras, que empiezan sin anestesia: “El diablo quiere destruir España. El diablo ataca más a los mejores y por eso ataca a España y quiere destruirla. Él sabe lo que ha hecho España a lo largo de su historia: la evangelización de América, su papel en la contrarreforma, la persecución religiosa de los años 30 del pasado siglo…”. Cuidado, Pedro (Pedro sólo hay uno apellidado Sánchez), el reaccionario Benedicto alude aquí a los innumerables mártires que os cargasteis los socialistas, los comunistas y los anarquistas, los progresistas de hoy, entre 1931 y 1939 durante la muy democrática II República y la Guerra Civil. Mi consejo, Pedro, es que, de inmediato, ordenes profanar el cadáver de Joseph Ratzinger, culpable de franquismo y delincuente de odio: hay que detener la ola reaccionaria, Pedro. Y a Fernández me le metes en chirona por difundir bulos. ¡Ah!, que en eso ya estás...
Pero el expontífice no le hablaba al exminsitro del pasado, así que continuó de esta guisa: “Tenga confianza. Los enemigos de Dios y de la Iglesia hacen mucho ruido y están muy presentes en los medios pero, sin salir en los medios ni hacer ruido hay mucha gente que reza”.
Me detengo aquí, para aclarar, aunque a don Josep se le entiende muy clarito, porque como todo intelectual de fuste, resulta tan sencillo y complejo, ni simple ni complicado, que lo que nos recuerda el anterior Pontífice es que la oración es omnipotente, aun cuando tantas veces nos parezca inane. Añado, como periodista, para ratificar, en mi modesta teología pero con mi experiencia profesional a cuestas, que los medios informativos son omnipresentes pero no omnisapientes. Es más: a la postre, los periodistas no somos tan influyentes como nos creemos. Siento recordároslo, ‘coleguis’, pero el mundo no depende de nosotros. ‘En sirio’.
Volvamos a las palabras de Benedicto XVI, dirigidas al compañero Fernández y al personal orante: “Y esa oración es muy poderosa ante Dios. Le voy a decir las armas con las que van a derrotar al diablo y éste no va a conseguir destruir España: la primera es la humildad. La segunda, la oración. La tercera, el sufrimiento. La cuarta, la devoción a la Santísima Virgen”.
Concluye el Pontífice: “Y como en el evangelio del próximo domingo, tenga confianza: en el momento oportuno el Señor actuará y el diablo no conseguirá destruir España”.
Dice Fernández que en cuanto salió corrió a enterarse de cuál era el evangelio del próximo domingo. Correspondía al pasaje de la barca en la tormenta, cuando los discípulos suplican a Jesús: “Señor, sálvanos, que perecemos”. Cristo, que dormía, se levanta para calmar el oleaje y para darles un consejo: “¿Por qué tenéis miedo, hombres de pocas fe?”. O sea, ¿por qué no confiáis en Mí?
Esto es: se trataba de uno de los varios pasajes evangélicos que se refieren a una de las columnas de la mística contemporánea: la Divina Misericordia, es decir, la confianza en Dios. La confianza en Cristo es heredera de la infancia espiritual, ya cuajada en los primeros siglos del Cristianismo y de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, siglo XVII, de la francesa Santa Margarita María de Alacoque y, en España, del beatoBernardo de Hoyos.
Todo ello actualizado por la polaca Santa Faustina Kowalska (1905-1938), la cumbre mística del Siglo XX, que condensó toda esta teología secular, camino seguro para vivir y para morir, en cuatro palabras: “Jesús, en Vos confío”.
Volvamos a Ratzinger. Sobre lección, de teología y de periodismo: la oración es omnipotente y los periodistas somos unos presumidos que nos creemos más poderosos de lo que somos en esa nuestra sociedad de la información. Y lo relevante: este es el momento de oración y mortificación en España. Menos protestar y más rezar, porque España es muy importante en el mundo y para toda la humanidad y porque hay que derrotar a los malos con la única arma que siempre funciona: la oración y la mortificación.
El diablo será derrotado por los católicos españoles, de nuevo: como en la Reconquista, como en Hispanoamérica, como en la Reforma luterana, como contra el comunismo, que sufrió su mayor derrota en la Guerra civil española a costa, no de Francisco Franco, si no por el ejemplo de la fe martirial de los españoles de entonces, un ejemplo para el mundo y para la historia.
Se lo cuento de otra forma: en España manda Sánchez pero el Sanchismo no puede con la oración silenciosa de los Hijos de Dios. De hecho, el Sanchismo está durando demasiado porque no rezamos lo suficiente y no por la oposición de Feijóo o de Ayuso o de Abascal. Pero eso ya lo sabían, ¿verdad?
España no sólo no será destruida sino que volverá a vencer, aunque ahora parezca postrada. Vencerá con las armas de Benedicto XVI. En la Tierra de María, que es España, con la oración, vocal y mental. Eucaristía y Santa María, con eso basta.