Leo que Emiliano García-Page, presidente socialista de La Mancha, predice que Pedro Sánchez no se presentará a las próximas elecciones. Es posible: los malos gobernantes acaban por ser la última víctima de sus propias salvajadas. Ahora bien, cuando critiquen -y resulta de lo más criticable-, a don Pedro por cualquiera de sus muchas barrabasadas, recuerden que 7,8 millones de españoles le votaron el pasado 23 de julio. Y esta vez no tenían excusa, porque ya llevaba cinco años en Moncloa: ya le conocíamos.

Aún así, sí que parece haber un consenso social acerca del personaje. Por ejemplo, nadie le cree sincero. A estas alturas de la película ya nadie es capaz de saber de lo que es capaz Sánchez con tal de mantenerse en Moncloa, probablemente de vender a su madre. En definitiva, que todavía hay alguno, incluso muchos, que pueden creer en la eficacia de Sánchez, que incluso pueden creer en los principios de Sánchez aunque Sánchez no posea principio alguno... salvo el principio de la admiración inconmensurable que siente por sí mismo.

Felipe González inició la corrupción de la moral española con el aborto, Zapatero el guerracivilismo y Sánchez... simplemente nos ha devuelto a 1936

Pero, sobre todo, con eufemismos idiotas, como ese de la polarización, creo que en lo que sí puede haber consenso nacional es con el hecho de que España ha alcanzado su nivel crítico. 

No cabe un tonto más, dice el dicharacho popular, pero lo que está claro es que en España no cabe un punto de crispación más. El país vive en guerracivilismo permanente que podría, ciertamente, terminar en guerra civil abierta. Hemos alcanzado el punto álgido de sectarismo entre españoles desde la muerte de Franco y el inicio de la democracia parlamentaria. 

Por resumir, Adolfo Suárez inició la subordinación del poder a los principios morales, cuando le ofrecieron ser presidente del Gobierno y Juan Carlos I sólo le exigió a cambio que dejara de ser miembro del Opus Dei. Tardó unos minutos en dimitir. 

¿La derecha? Empezó su deterioro con Aznar y lo intensificó con Rajoy: el PP ha abandonado los principios cristianos para desembarcar en la tibieza más estúpida de todas: la de plagiar, acomplejada, a la izquierda progre

Luego llegó Felipe González quien directamente inició la corrupción de la moral española con la legalización de aborto. Esto es de una importancia política, no sólo antropológica, extraordinaria, porque una vez suprimido el derecho a la vida del más inocente y más indefenso de todos los seres humanos, el concebido y no nacido, el resto de derechos que enmarcan la vida social deja de tener sentido alguno. Tanto es así que prefiero una tiranía que defienda la vida desde la concepción hasta la muerte natural que una democracia que defiende y promueva la feroz injusticia del aborto. 

Seguimos con la evolución del PSOE. Llegó Zapatero, que ya sacó al escenario algo que González mucho más inteligente, se guardó muy mucho de resucitar. ZP restauró el rencor en España, entronizó el enfrentamiento civil de 1936. De repente, en los hogares españoles se empezó a hablar, tras medio siglo de silencio, de aquella tía-abuela monja a la que los milicianos habían ultrajado y expulsado del convento y que había vuelto al pueblo, casi loca, a morir con los suyos. 

La obra de Sánchez: una España irrespirable e indolente. Lo segundo le salva de las consecuencias de lo primero y le mantiene en el poder

ZP, un personaje reincidente en el error y entusiasmado con la contumacia, estaba feliz de haber llegado al poder por un atentado manipulado y de haber resucitado la guerra civil. Al final, tuvo que marcharse -para que luego digan que el español no vota economía- porque le dejó al siguiente un Estado quebrado. 

Finalmente llegó Pedro Sánchez, con el que hemos pasado del guerracivilismo -guerra civil latente- a la guerra civil expresa, por ahora sólo de palabra, pero, pueden creerme, una guerra civil en la España de 2024, es algo a medio camino entre lo posible y lo probable.  

La obra de Pedro Sánchez es una España irrespirable y perezosa, muy parecida a la de la II República, donde, a la postre, lo que parecía imposible, una asonada militar de derechas se hizo realidad. La izquierda, una vez más, se había pasado tres pueblos y forzó un alzamiento que nunca hubiera tenido éxito si socialistas, comunistas y anarquistas, hubiesen dejado en paz, por ejemplo, a los católicos. 

Es cierto que, en 2024 los españoles católicos ya no están dispuestos a morir por su fe pero a lo mejor si están dispuestos a hacerlo por otros motivos: su posición, sus propiedades, o sencillamente porque ya no tengan nada que perder ante tanto acoso social.

Un público arengado por los grandes medios, casi todos con el poder, unas masas aborregadas por el vocerío convulso de las redes, más un poder económico que brama contra Sánchez pero luego no se atreve a enfrentarse a él... mantienen al ególatra en Moncloa

Sánchez ha creado una España, como la de 1936, irrespirable y enfrentada. Considero que, en su narcisismo, ni él mismo se da cuenta de que está tensando tanto la cuerda que, hasta un pueblo tan indolente como el español de ahora mismo, una sociedad tan perezosa como la española de ahora mismo, puede estar a punto de estallar. Entre otras cosas, porque, cuando nada importa nada, tampoco importa el romper con la nada y hasta de forma violenta. Sí, España está en su punto crítico.

¿Y la derecha? Pues empezó su deterioro con Aznar y se intensificó con Rajoy. Su resumen: el PP abandonó sus principios cristianos fundacionales para desembarcar en la tibieza más estúpida de todas: la de plagiar, acomplejada, a la izquierda progre. En la historia reciente de España, la derecha no es sino un complemento de la izquierda hasta el punto de que el poder político en España se concreta hoy en un partido socialdemócrata de izquierdas, de origen marxista y en otro partido socialdemócrata de derechas, que fue en su origen cristiano, ya no lo es, y que jamás ha sido liberal. En principio fueron falangistas conversos a la democracia parlamentaria por sus convicciones cristianas y luego se convirtieron en excristianos convertidos a una socialdemocracia sin base doctrinal alguna. Más que gobiernos, el PP crea hoy 'gestiernos'...  y no siempre su gestión económica es exitosa, como nunca es liberal. 

Con ZP, en los hogares españoles se empezó a hablar de aquella tía-abuela monja a la que los milicianos habían ultrajado y expulsado del convento y que había vuelto al pueblo, ya desequilibrada, a morir con los suyos

En este esquema introduzco tanto al Aznar de perfiles más claros, aunque doctrinalmente acomplejado por la izquierda, y al estaferno de Mariano Rajoy, que llegó un paso más allá que Aznar: convirtió sus complejos en sólidos principios.

Volviendo al presente, a la obra de Sánchez: vivimos una España irrespirable y perezosa, con un público arengado por los medios, unas masas aborregadas por el vocerío convulso de las redes, con unos grupos de poder económico que braman contra Sánchez pero luego no se atreven a enfrentarse a él... y todo ello mantiene al ególatra en Moncloa y al país en peligro, no probable pero sí posible de guerra civil abierta. Sí: igualito que en 1936. Y que no, que no es tan imposible una guerra civil en España.