La FIFA, un organismo dominado por lo políticamente correcto, por la ideología woke, esa que hizo expresar a un espectador aquello de "ya no se puede hablar ni en el futbol", ha organizado un Mundial 2030 con tres sedes: España, Portugal y Marruecos, y tres subsedes: Argentina, Uruguay y Paraguay.

Lo políticamente correcto está matando la pasión futbolera y como maten esa pasión, todo el negocio se vendrá abajo. Encima, el engreimiento de la estrellitas del balompié ha hecho que el fútbol haya dejado de ser un ejemplo de virtudes para los chavales

La miseria del tirano marroquí Mohamed VI pretende, y el anuncio de la FIFA así lo concede, que el orden de nominación de los países organizadores sea justo el contrario: Marruecos, Portugal y España. Al parecer, nuestros hermanos lusos y nuestros primos alauís, tienen preferencia sobre la pérfida piel de toro.

Estamos hablando de un país, Marruecos, tiranizado por un multimillonario miserable y bastante cruel, uno de los sujetos más ricos del mundo, entre otras cosas gracias al negocio de la droga, el mismo que mata de hambre a su pueblo y de un pueblo, el marroquí, educado en su animadversión a lo español, que ve en España la ubre de la que mamar, eso sí, manteniendo un odio secular hacia el país que les acoge.

España nunca debía haber planteado una candidatura conjunta con Marruecos. Con Portugal, sí; con Marruecos, jamás. Primero, porque es un contrasentido organizar un certamen de eta dimensión y de este alcance de forma 'multicultural', en seis sedes. El Mundial 2030 carecerá de personalidad. Esto es, será un Mundial de psiquiatra.

Después, porque la principal razón de un país para gastarse tanto dinero en la organización de un Campeonato mundial de fútbol es mostrar su mejor imagen al mundo. Las tiranías aún lo desean más, porque más que mostrar su imagen, lo que pretenden es blanquearla.

Las tiranías, como la de Mohamed VI en Marruecos, se gastan el dinero para organizar mundiales de fútbol con el unico objetivo de blanquear su siniestra imagen internacional

Ahora, Mohamed VI, para su mayor enaltecimiento personal, exige que la Final del campeonato se juegue en Casablanca, cuando la idea inicial era jugarlo en el estadio más famoso del mundo, recientemente remodelado: el Santiago Bernabéu de Madrid. Como Mohamed VI guarda muchos cadáveres de Pedro Sánchez y Begoña Gomez en el armario, seguro que se sale con la suya si la decisión final se toma durante su estancia en Moncloa.

Pero volvamos al fútbol. La FIFA no sólo ha decidido una triple sede para 2030 sino que, además, habrá subsedes, con partidos a jugar en Argentina, Uruguay y Paraguay. Es decir, un Mundial cuyo carácter será difícil de definir, dado que se juega en seis países y en dos continentes. Más parece una liga de fútbol global.

Pero hay algo al fondo aún más peligroso: el fútbol ya no es un deporte es un negocio, Y cuando una actividad sólo es negocio acaba por ser un mal negocio. Se ha exprimido de tal forma el fútbol, como una máquina de hacer dinero, que se ha olvidado su materia prima: las virtudes del deporte, lo han convertido en mero espectáculo y en una afición, una pasión, cada día más cara, sólo apta para pudientes.

Por cierto, el deporte profesional, en especial el fútbol, históricamente un ejemplo de valores para los chavales, se ha convertido hoy en una colección de estrellitas engreídas que no adoran a nadie pero se adoran a sí mismos, a su propia imagen y a sus propias cuentas corrientes.

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Pues vayan con cuidado: porque todo este tinglado de la antigua farsa está montado sobre una sola cosa: la pasión del aficionado. Como maten esa pasión, todo el negocio se vendrá abajo.

Y una pasión teledirigida y no gratuita, termina en impostura, deja de emocionar... y muere. La ambición ha exprimido el fútbol de tal manera que la gallina de los huevos de oro corre el riesgo de agotarse y desaparecer.