
En el periodismo económico hay un dicho: "¡Cuánta langosta hay que comer para llevar a casa un plato de sardinas!". Era más verdad antes, porque ahora, para llevar a casa ese plato de sardinas... comes sardina y no langosta, pero el aforismo ha quedado en pie.
Eso sí, hasta que amaneció el siglo XXI y el mundo se hizo viejo, el periodismo económico se alimentaba de la convicción de que una denuncia probada sobre un comportamiento poco decoroso, tenía consecuencias, e inmediatas. Ahora, el problema, es que ninguna denuncia periodística, por más acertada que resulte, provoca dimisión o cambio alguno, salvo que el acusado lo sea a cuenta de alguno de los nuevos dogmas progresistas. Por ejemplo, el feminismo.
Y sí, los empresarios merecen mención aparte. Nunca se habló tanto de ética empresarial, de buen gobierno, regulación extraordinaria, ESG, sostenibilidad y diversidad... y nunca el estamento empresarial y bancario español había caído moralmente tan bajo como en este primer cuarto de siglo.
"No intentes racionalizar", porque la situación actual de España no atiende a razones, aseguran los sabios indolentes
Pero el asunto tira a global. Al fondo, que todos, pensionistas, empresarios y trabajadores, funcionarios, ancianos y jóvenes, hombres y mujeres todos vivimos convencidos de que el poder es irresistible y de que ningún principio, ninguna convicción, es tan importante como para dar la vida por él o por ella. Creo que este es el problema.
En cualquier caso, el Sanchismo ha conseguido que España sea un país donde nada importa nada. No lo ha hecho Sánchez, que no es muy creativo, pues vive pendiente de sí mismo. Lo que ha hecho don Pedro, ha sido recoger una deriva de aturdimiento y convertirla en norma y en principio (creo que lo llaman valores).
Con ello, y el Covid ha tenido mucho que ver, se ha conseguido glosar el primer mandamiento del momento presente, el predicho: nada importa nada... o todo importa todo, porque el activismo anda disparado, pero es que si todo importa todo... nada importa nada. La relevancia de las cosas siempre especulativa.
Y una nota más: "No intentes racionalizar la situación", me dice un sabio, porque la situación actual de España no atiende a razones. ¡A ver si va a tener razón!
Los empresarios merecen mención aparte: nunca se habló tanto de ética empresarial, de buen gobierno, regulación extraordinaria, ESG, sostenibilidad y diversidad... y nunca el estamento empresarial y bancario español había caído moralmente tan bajo como en este primer cuarto de siglo
Televisión Española asegura que el Covid tuvo un efecto directo sobre la salud mental de los españoles. ¡A ver si va a ser verdad!
En serio, la causa última de esta abulia intelectual y moral, donde nada importa nada, nada provoca nada y nada merece la pena, está en lo de siempre, en lo único en que puede estar: en una España descristianizada, que huye de Dios y por tanto, corre deprisa hacia ninguna parte.