La eutanasia y el suicidio asistido, crímenes contra la vida
En España, la eutanasia fue aprobada por el Gobierno sociocomunista -y con el respaldo de gran parte del arco parlamentario- en marzo de 2021 y entró en vigor el 25 de junio de ese mismo año.
Solo Vox la recurrió ante el Tribunal Constitucional. Aunque este órgano, que se supone debería ser independiente, está hoy controlado por el Sanchismo, previsiblemente la declare “constitucional” porque al parecer, a juicio de sus señorías, el derecho a la vida no es “absoluto”.
En el primer año tras su aprobación, se realizaron unas 180 eutanasias, según refirió en su día la ministra de Sanidad, Carolina Darias. Hasta el momento se llevan realizadas en España unas 300 en este año y nueve meses con la ley en vigor, según cálculos de la Asociación Derecho a Morir Dignamente que recoge La Vanguardia.
Y hay que insistir: la eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo y es acorde con la ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural.
En los países donde se ha aprobado la eutanasia y el suicidio asistido está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables
Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como lo está el ‘no’ a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio. Es decir, es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional, que la vida no se toca.
Además, en los países donde se ha aprobado la eutanasia y el suicidio asistido está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.
Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando la eutanasia sin su consentimiento.
Se vende la eutanasia como un progreso, como el derecho de cada uno a disponer de su propia vida. Pero es al contrario, un retroceso en el reconocimiento de la dignidad humana. Y para el caso de las vidas que padecen sufrimientos, además de toda la comprensión del mundo, hoy en día se dispone de un gran arsenal de medicamentos que consiguen controlarlo. Lo dicen médicos de todo el mundo, que rechazan la eutanasia y apuestan por los cuidados paliativos, como una manera de no atentar contra la vida y la dignidad humana.