El psicólogo Fernando Pérez del Río y el filósofo e ilustrador Mercurio Alba acaban de publicar su obra 'El espejismo del yo'. No es mal título, porque la columna vertebral del mismo es la exaltación del yo, de la autonomía personal, que ha terminado, en este nuestro queridísimo siglo XXI, en soledad insufrible. 

Y lo hacen muy bien, aunque siguen el científico y periodístico método empírico, lo que no le hubiera gustado mucho a Hilaire Belloc, pero hay que reconocer que hace el ensayo muy ameno: los autores parten de un caso práctico, generalmente conocido por la mayoría de los lectores, de algo palpable, y luego elaboran sus conclusiones. Interesante. 

Háganme un favor: estén menos pendientes de sus sentimientos y mucho más de los sentimientos de los demás... y se terminarán sus problemas

Hago 'spoiler': les aventuro, por si no lo habían adivinado, que la conclusión final es que la precitada y alabada autonomía del yo termina en soledad frustrante. Lógico.

Ahora bien, permítaseme destacar otro factor que abordan los autores como paralelo a esa individualismo rabioso y que permítanme los autores esta corrección mínima, más parece inherente a la idea central o, al menos perpendicular a ella: la exaltación de los sentimientos personales.

Porque claro, razonar, no sentir, es lo importante. La exaltación de los sentimientos no es más que otra muestra de egolatría, que constituye el síntoma final de la patología individualista: los demás me importan un bledo por los necesito como público, para que me aplaudan. Nada más depresivo que un ególatra. Y palabra que no estoy pensando en ningún político. 

Síntoma final de la patología individualista: los demás me importan un bledo pero los necesito como público, para que me aplaudan. Nada más depresivo que un ególatra. Y palabra que no estoy pensando en ningún político

A fin de cuentas, ¿a quién le importan los sentimientos, que van y vienen? Lo que importa es la libertad para rechazar los sentimientos que me castran y fomentar aquellos que me posibilitan razonar, concluir y actuar. La felicidad personal tiene poco que ver con mis sentimientos y mucho con mis principios y con la coherencia de mi conducta personal con esos principios. 

Y háganme un favor: estén menos pendientes de sus sentimientos y mucho más de los sentimientos de los demás... y se terminarán sus problemas.