La ley de eutanasia hay que derogarla y, en su lugar, aprobar una ley de cuidados paliativos
Si por algo se recordará esta legislatura de Pedro Sánchez es por la aprobación de la eutanasia, que entró en vigor el 24 de marzo de 2021. Desde ese momento, España se unió al exclusivo grupo de países formado por Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Canadá, en los que es legal el suicidio asistido.
Pues bien, en 2022, el primer año completo, se registraron 260 muertes por eutanasia, frente a las 59 de 2021 según datos del INE publicados este martes. España ha comenzado con ganas el plano inclinado de la eutanasia del que hemos hablando en numerosas ocasiones en Hispanidad, inclinado hacia abajo, naturalmente.
De los 260 fallecidos, 117 padecían enfermedades del sistema nervioso, de las que el 41,9% padecían ELA, es decir, enfermos que estaban a la espera de que el Gobierno aprobara la ley ELA que les facilitaría la asistencia sanitaria.
Por cierto, Feijóo no derogará la ley de eutanasia, si gobierna tras el 23-J.
En cuanto al suicidio a secas, el de toda la vida, en 2022 murieron 4.097 personas, un 2,3% más que en 2021, pero dejó de ser la principal causa de muerte externa, ya que 4.102 personas fallecieron por ahogamiento, sumersión y sofocación accidentales, un 17,1% más que en 2021. En cualquier caso, una plaga creciente.
Ojo al dato: entre mayo y agosto murieron 122 personas por golpe de calor, frente a las 47 de 2019, previo a la pandemia. Además, 233 murieron por deshidratación, frente a las 109 de 2019. ¿A que no adivinan con qué noticia abrió el telediario de La1 (TVE), este medio día? Correcto, con el aumento de fallecidos provocado por el cambio climático que nos acecha. ¿No será que la población es cada vez más mayor y, por tanto, más expuesta a las altas temperaturas, propias del verano?