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“La Comisión ha acogido con gran satisfacción el nuevo Código de buenas prácticas en materia de desinformación, que es más riguroso y exhaustivo”, titula la nota de prensa oficial remitida en la tarde del jueves por Bruselas.
Resulta paradójico, pero este nuevo código, supuestamente de buenas prácticas, lo que hace es resucitar la censura de prensa y lo hace, además, por una doble vía: ahogando económicamente a los medios díscolos y, al mismo tiempo, ampliando la financiación, con dinero público, se supone, de los censores.
Hablamos de nueve medidas muy concretas que atacan directamente a la libertad de prensa. Las más significativas son estas:
- “Reducir los incentivos financieros a la difusión de desinformación velando por que los autores de la desinformación no obtengan ingresos publicitarios”.
- “Ampliar la verificación de datos en todos los países de la UE y todos los idiomas, y velar por que los verificadores de datos reciban una remuneración equitativa por su trabajo”.
- “Crear un grupo de trabajo y un centro de transparencia a fin de obtener una visión de conjunto inmediata y transparente del cumplimiento del Código, el cual deberá poder adaptarse a la evolución de la situación y mantenerse acorde con sus fines”.
Esto es lo que han suscrito 34 empresas e instituciones entre las que están, naturalmente, Facebook, Google, Twitter, TikTok y Microsoft, así como empresas de tecnología publicitaria y los mal llamados verificadores. Porque recuerden que la labor de los Maldita y Newtral no es verificar bulos -la mentira tiene las patas muy cortas- sino censurar a todo aquel que discrepe del consenso del Nuevo Orden Mundial (NOM).
Y lo hacen con toda impunidad y descaro. Recuerden, por ejemplo, cuando, con motivo del Covid, Maldita censuró al premio Nobel, Luc Montagnier -“es igual que sea premio Nobel”: se equivoca- o al catedrático de Farmacología, Joan Ramón Laporte, al que desacreditó diciendo que no es científico. A Laporte, además, Youtube le censuró un vídeo por cuestionar la eficacia y seguridad de las vacunas.
Pues ahora, según el nuevo Código, hay que ampliar el alcance de los verificadores-censores y, más increíble todavía, asegurar que reciben una remuneración adecuada, seguramente con dinero público, vía impuestos. A lo mejor así Soros, que financia Maldita en un 7,9%, puede seguir influyendo pero sin meter dinero.
Por último, hay que asegurar la sostenibilidad de la censura. Por eso el Código aboga por crear un “grupo de trabajo” que, además, se vaya adaptando a las circunstancias, esto es, a las consignas del NOM para acallar a los medios díscolos.