En teoría todo es muy científico y con proyecciones económicas adjuntas. Además, todo está pensado para nuestra salud. En la práctica supone que la organización de Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) nos anima a no comer carne y a una alimentación vegetariana casi vegana.

Vamos con los datos:

El estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) basado en 156 países confirma que los costos ocultos en los sistemas agroalimentarios mundiales ascienden a cerca de 12 billones de dólares de los EE.UU., al año. 

Alrededor del 70% de dicha cantidad (8,1 billones) se deriva de hábitos alimenticios poco saludables y se asocia con preocupantes enfermedades no transmisibles, como las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y la diabetes, muy por encima de los costos relacionados con la degradación ambiental y las desigualdades sociales.

El informe 'El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA) de 2024' parte de la edición de 2023 para proporcionar un análisis aún más pormenorizado, utilizando la contabilidad de costes reales a fin de exponer el conjunto total de costos y beneficios asociados a la producción, la distribución y el consumo de alimentos, incluidos los que no se reflejan en los precios de mercado, es decir, los denominados “costos y beneficios ocultos”. En el informe se actualizan dichos cálculos, se dividen los costos por tipo de sistema agroalimentario y se traza el rumbo hacia un cambio transformador en nuestros sistemas agroalimentarios.

El estudio detalla cómo los costos ocultos a nivel mundial vienen determinados mayormente por los costos sanitarios ocultos, y en menor medida por los costos ambientales ocultos, en los sistemas agroalimentarios más industrializados, propios de los países de ingresos altos y medianos altos.

Al examinar las repercusiones sanitarias, en el informe se señalan 13 factores de riesgo alimentarios, entre los que cabe destacar una ingesta insuficiente de cereales integrales, frutas y hortalizas, un consumo excesivo de sodio y un consumo elevado de carnes rojas y elaboradas, con notables diferencias entre los distintos sistemas agroalimentarios.

Por supuesto, a la FAO tampoco le interesa el que debería ser dato clave de una agencia agraria global de Naciones Unidas: la capacidad de producción de alimentos de la humanidad... que es ingente y, gracias a la tecnología, en aumento. Y tampoco considera nuclear el hecho de que el problema de la humanidad en esta materia no consiste en qué comemos sino en no tener para comer, así como en las hambrunas, que aún hoy se producen en el mundo, a pesar de que este planeta puede alimentar a decenas de humanidades.