Lo vi y oí en el canal 24 horas de RTVE. Un adulto nacido de fecundación in vitro (FIV) ha creado una asociación de hijos FIV que exigen saber quién es su padre. Lo que me sorprendió es que la primera pregunta de la locutora de la corporación pública fuera la siguiente:

-¿Y por qué quiere usted saber quién es su padre?

Y es que hay gente muy rara, curiosos impertinentes que pretenden saber por quién fueron engendrados, quien fue el miserable que, por unos euros, se masturbó -acto de amor profundo- y entregó su semen para que fueran concebidas dos personas, o doscientas, qué importa.

Curioso, el fenómeno: ahora hay cientos de hombres y mujeres, de machos y de hembras, que cuando caminan por la calle mirarán a algún bebé y se dirán: ese desconocido de ahí puede ser hijo mío.

Me temo que la asociación está condenada al fracaso. La ley protege la intimidad del donante de espermatozoides y de la donante de óvulos que se han aprovechado de un mercado que ha prosperado bajo el curioso principio de que tener hijos es un derecho, cuando no es otra cosa que un deber. 

La FIV es una barbaridad que debería ser prohibida de inmediato. Que nos hayamos acostumbrado al horror no significa que el horror haya desaparecido

La primera hija FIV nacida en Norteamérica denunció a su madre porque quería saber quién era su padre. Aseguraba sentirse como en un túnel oscuro del que desconocía su origen. Pues bien, perdió el juicio y los donantes de semen siguieron practicando. 

Por lo demás, la FIV se ha convertido en una gran matanza que, encima, tiene el cuajo de disfrazarse con una publicidad cursi y repugnante, en la que se habla de 'dar vida'. Entre los abortos selectivos y la eliminación de embriones en las técnicas preimplantatorios, los centros FIV son aún mejor negocio que los abortorios y con un elegante toque eugenésico que, en mi opinión le convierten en aún más repugnantes. 

Pero no lo duden: la fecundación in vitro es un negocio como una catedral y, encima, mientras un abortorio, afortunadamente, está estigmatizado, una clínica FIV es contemplada como una maravilla.

No vendría mal que Vox, único partido provida del Parlamento, planteara reducir a un óvulo la fecundación en las FIV. Y, desde luego, con esperma de la pareja, no de un desconocido. Un hijo tiene todo el derecho a que no se le oculte quiénes son sus padres

Por todo esto resulta tan lógico como lamentable que la fecundación asistida haya quedado fuera de la última campaña electoral. Hasta los escasísimos partidos provida existentes pasan de puntillas por el tema.

Por de pronto, no vendría mal que Vox. único partido provida del Parlamento, se planteara, por ejemplo, reducir a un óvulo la fecundación en las FIV. O dos, si quisieran tener gemelos. Y, desde luego, con esperma de la pareja, no de un desconocido. Un hijo tiene todo el derecho a que no se le oculte quiénes son sus padres.  

Al menos, empezar por eso, aunque sólo se trata de un comienzo... porque la fecundación in vitro es una barbaridad que debería ser prohibida de inmediato. Que nos hayamos acostumbrado al horror no implica que el horror desaparezca.