La fecundación in vitro (FIV), por muy habitual que resulte y aunque se venda como vida, es muerte
España acapara el 15% del total de tratamientos FIV de Europa, por delante de Francia y Alemania, según el Insituto Bernabeu, uno de los mayores mataderos del momento, a pesar de tener sólo 48,7 millones de habitantes, frente a los 83,2 millones de Alemania y los 68,4 millones de Francia. No es para enorgullecerse, desde luego, sino todo lo contrario, porque como hemos explicado en infinidad de ocasiones en Hispanidad -y lo seguiremos haciendo-, la FIV no es vida, sino muerte.
Por eso, la fecundación in vitro no puede ser la solución a nada. El fin no justifica los medios, tampoco cuando se trata de proporcionar hijos a quien lo desea. Hay otras maneras de ser padres, sin necesidad de matar embriones -niños muy pequeños-, por ejemplo, mediante la adopción. Y en todo caso, ser padres no es un derecho, sino un don de Dios.
Estamos hablando de miles de seres humanos -embriones- eliminados sin más, como si fueran una cosa cualquiera. Concretamente, según la Sociedad Española de la Fertilidad (SEF), en 2021 en España se registraron un total de 165.453 ciclos FIV (ecografía basal, estimulación ovárica, maduración folicular, punción ovárica, fecundación, transferencia embrionaria y prueba de embarazo), de los que sólo 40.638 terminaron en el nacimiento de un bebé. Una masacre.
Conviene insistir: los centros de fecundación in vitro, como es el Instituto Bernabeu, que presume de liderazgo, son, junto a los abortorios, los mayores mataderos del momento. No es para estar orgullosos, desde luego.