Hablo de un broker, que se plantea la pregunta que encabeza esta crónica. Si el Gobierno cierra por imperativo legal la Fundación Francisco Franco, ¿quién será el siguiente? Sánchez, el profanador de tumbas, el hombre cuya obsesión es derribar la cruz del Valle de los Caídos, da otro pisotón al león ya muerto y pretende ilegalizar una fundación. Y mi amigo el broker se pregunta lo siguiente: ¿Quién será el próximo? 

En efecto, en cuanto se empiezan a acallar voces vía BOE, el mecanismo se pone en marcha y ya no hay quién lo pare. Ya saben: comer, rascar y censurar, todo es empezar.

Para aclararnos: nunca he tenido la menor relación con la Fundación Francisco Franco, ni con la familia del general, pero me parece peligrosa la iniciativa de La Moncloa

Tampoco admiro a Franco, aunque le estoy agradecido. Me explico. Franco fue un militar al que todo católico español debería guardarle gratitud porque en medio de la persecución religiosa más cruda de toda la edad moderna, la de la II República contra los católicos españoles, pues fue él quien, a través de sus medios, un golpe militar, detuvo a los asesinos del martirologio más grande de la era moderna (bueno no sé si nos supera el de los cristeros en México pero creo que no). 

Lo que quiere decir es que si yo hubiera sido joven durante la II República me hubiese apuntado a las filas de Franco. ¿Cómo no iba a hacerlo si te mataban por el tremendo delito de entrar en una iglesia a rezar? En muchos casos, la opción era irse con Franco o ser asesinado. 

Los cadáveres, señores, no se tocan porque la civilización ha entendido siempre que los muertos no pueden defenderse y que profanar las tumbas, amén de morboso, es una muestra de cobardía

Sánchez emplea como miriñaque de su propia cobardía, con su habitual técnica, ya reseñada: pisarle el rabo al león después de muerto, o aquella otra, más española, de "a moro muerto, gran lanzada". Sánchez se autotitula -hay que ser hortera- el hombre que pasará a la historia por ordenar que trasladaran un cadáver de cuarenta años de edad -como cadáver- de una tumba a otra... que en eso consistió todo.

La ilegalización de la Fundación Francisco Franco supone un jalón más de la conquista de España por parte del Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo objetivo, ya lo hemos dicho hasta muchas veces, no es otro que acabar con la Iglesia... y que jamás lo conseguirá, aunque ahora parezca vencida- y que tiene una especial obsesión con España, como recordaba Benedicto XVI

En cualquier caso, los cadáveres, señores, no se tocan porque la civilización ha entendido siempre que los muertos no pueden defenderse y que profanar las tumbas, amén de morboso, es una muestra de cobardía.

Y a todo esto, ¿quién era Franco para despertar tamaña animadversión nada menos que del Gobierno de la nación? Pues era, además del hombre que paró los pies a los ancestros homicidas de PSOE y Podemos, un militar. 

Franco no fue ni nazi ni fascista... porque era católico. No un gran católico, pero sí un militar católico.

Por lo demás, lo más preocupante, ahora mismo es que, cuando se cierra una voz, por poco que nos guste, lo que hay que preguntarse es quién será el siguiente.