Herodes recibió a los tres Reyes Magos
Herodes recibió a los tres reyes magos en su palacio, con gran solemnidad y ceremonia; los agasajó y los sentó a su mesa, y luego les habló de este modo:
—Sé que vuestro saber ha profundizado todas las ciencias y las artes. ¿Queréis enseñarme vuestros secretos?
Entonces ellos pasaron aquel día mostrándole asombrosos juegos de prestidigitación y por la noche prepararon una gran fiesta pirotécnica, que iluminó la ciudad alegremente. Un poco antes del amanecer reunieron su cortejo y, dejando en puertas y ventanas los juguetes para los niños, partió su caravana melancólica.
Herodes, que no se había quedado satisfecho, les detuvo en el camino y les dijo: «Me habéis engañado ocultándome vuestro secreto más importante. ¿Dónde está la estrella que os guía?».
Y ellos sonrieron sin contestar.
—Si no me lo decís —insistió Heredes—, mandaré mataros.
Y ellos volvieron a sonreír y a no contestar.
Entonces Herodes, irritado, les gritó:
—¡Os digo que tenéis la vida pendiente de un hilo mientras no me descubráis vuestra estrella maravillosa!
Y el rey negro, que era más astuto que los otros y algo burlón, explicó: «Lo que tenemos pendiente de un hilo, señor, es la estrella maravillosa». Y dejando asomar por su ropón unos grandes picos dorados, añadía: «La lleva siempre el que va delante de nosotros».
Así dejó Herodes marchar a los tres reyes profesionales del ocultismo, quedándose muy pensativo porque su corazón rebosaba pena y sentía una inmensa piedad hacia todas las cosas.
Aquel mismo día ordenó la degollación de los niños, que murieron con los primeros juguetes de su inocencia.