La Iglesia es mujer, aseguró Francisco durante su accidentada visita a Bélgica. Pues hombre, no deja de ser una imagen. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, y por su condición de 'místico' no necesita condición sexual alguna. 

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Me parece más rigurosa la expresión de San Juan Pablo II: la iglesia es más mariana que petrina. 

En cualquier caso, hemos vuelto a Bizancio y a las discusiones sobre el sexo de los ángeles. Lo único que puede afirmarse con claridad es que el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, se hizo varón, no mujer, pero también es verdad que el ser humano más excelso es una mujer, no un varón. Hablo de la Inmaculada, naturalmente. Frente a ella, el resto de las creaturas languidecemos: somos nada y menos que nada. 

¿Y todo esto sirve para algo? Para perder el tiempo. El sexo y el cuerpo son importantes, ciertamente, pero lo que caracteriza a la persona de forma más vehemente es el alma, el espíritu, la mente, su personalidad, su sensibilidad, como quieran llamarlo. Esto es, la parte inmaterial del hombre.

Dios es espíritu puro, el hombre es un anfibio de espíritu y materia. Ambos componentes son importantes pero es el espíritu el que le otorga su esencia porque sus funciones son dos: conocer y amar.

Dejémonos de discusiones bizantinas. Que el feminismo esté de moda no significa que tengamos que concluir sus mismas tonterías.