El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua aporta dos acepciones de iconoclasta. La primera es la que conocemos todos: "Seguidor de una corriente que en el siglo octavo negaba el culto a las imágenes sagradas, las destruía y perseguía a quienes las veneraban".

La segunda no es menos interesante, porque amplía el campo semántico del término y viene muy a cuento. Atención: es iconoclasta quien "niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos".

Pues bien, los iconoclastas han vuelto. Curiosamente han vuelto a través de la suicida defensa del Islam en la que nos hemos embarcado los occidentales, porque en el Occidente cristiano de hoy sólo se odia a Cristo. Y resulta que el Islam es, desde su mismo inicio, iconoclasta.

Ahora bien, el Islam prohíbe reproducir figuras, pues los mahometanos no creen en la Encarnación, ni en la redención, ni en la filiación divina. Para ellos, Dios es creador, que no padre y, por tanto, las figuras están prohibidas, incluidos los animales. El arte musulmán es arte floral.

Los occidentales del siglo XXI defendemos el islam, porque en el Occidente cristiano de hoy sólo se odia a una persona: a Cristo. Así de imbéciles nos hemos vuelto

Ahora veamos lo que ocurre hoy: un judoka ha sido sancionado por santiguarse, algo grave, sin duda, una imagen que no se puede permitir en la Europa cristiana. Y no porque pueda ofender a un musulmán, eso sólo es una excusa, sino porque puede ofender a ese imbécil occidental llamado Emmanuel Macron

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La cosa lleva mala intención, de otro modo, no habríamos soportado las Olimpiadas -francesas tenían que ser- más cristianofóbicas de la historia, donde se censuraba la cruz hasta en las glorias galas.

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Ahora recuerden la segunda acepción del Diccionario de la RAE: el iconoclasta no sólo no produce imágenes ni arte de ningún tipo, sino que, además, y ahí está la herejía, no acepta ministros, ni modelos... ni nada superior a su propio juicio. Lo primero que se sigue de aquí es que urge destruir la excelencia. Y así, en la inauguración de las Olimpiadas 2024, se perpetró una burla gay y trans de la institución de la Eucaristía, sobre el cuadro de la Última Cena.

"Esto es Francia", dijo Emmanuel 'Lolito' Macron. No Lolito, afortunadamente esto no es Francia, esto eres tú: un blasfemo, ignorante, cristófobo y cantamañanas de mucho preocupar.

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Para entendernos, en plena invasión islámica, Europa vuelve a la iconoclasia, envuelta en la actual y suicida defensa occidental del Islam. 

Insisto, la culpa no es del Islam, que nunca ha tenido media torta como cosmovisión del mundo, pero como los odiadores cristianos de Cristo han crecido como la espuma en el Occidente cristiano, resulta que estamos viviendo la barbarie del arte.

Sí, la historia del arte no es más que el retrato de Cristo, de la cruz de Cristo, de los templos de Cristo, de la Madre de Cristo, de los seguidores de Cristo... y alguna cosilla más. En cuanto dejaron de recrear al Creador, el arte estalló en mil pedazos inservibles.

¿Qué es lo que enseñamos a los turistas en todo Occidente cuando vienen a contemplar nuestro patrimonio? Iglesias, esculturas, pinturas y otros objetos de belleza... extraídos del Evangelio. Mostramos a Cristo porque es a quien han dedicado su trabajo los mejores artistas de la historia. Y, ojo, esos hombres a lo largo de 2.000 años, podían ser más o menos creyentes, más o menos píos, heteros u homos, pero no se les hubiera ocurrido hacer una mofa de la Última Cena de Nuestro Señor Jesucristo.

De hecho, el autor de la obra burlada, La Última Cena, Leonardo da Vinci, no era un pío católico, pero pintó esa maravilla porque sabía, al menos intuía, y desde luego valoraba, lo que significaba o podía significar el misterio de la Eucaristía. Mofarse de su obra así, de don Leonardo, y de Cristo, sólo lo permite y aplaude... el imbécil de Emmanuel Macron. 

Ahora bien, el porqué de toda esta ola es más preocupante: los occidentales del siglo XXI defendemos el islam... porque en el Occidente cristiano de hoy sólo se odia a una persona: a Cristo. Así de imbéciles nos hemos vuelto. Como Macron.