
La abominación de la desolación es un término nacido con la profanación del templo de Jerusalén por parte de Antíoco, en año 167 antes de Cristo. En el mismísimo centro de la vida religiosa de Israel, por aquello de molestar.
El amigo Antíoco IV Epífanes era un sirio de la dinastía seléucida, que colocó en el Templo de Jerusalén una Estatua de Zeus y prohibió el culto a Yavé. Como el chavalote tenía muy mala leche insistió en ofender todo lo que pudo, sacrificando cerdos a Moisés y otras lindezas semejantes. No es que el amigo Antíoco fuera pagano, simplemente era un cabronazo con lunares verdes y vista a la calle.
Desde entonces, la 'abominación de la desolación', constituye un evento clave en las profecías católicas acerca de la segunda venida de Cristo. Como Antíoco era un profanador, en algunos ambientes católicos de hoy en día -seguramente ultras hacedores de bulos- se le compara con un tal Pedro Sánchez.
Pero a lo que estamos, que es Jueves Santo. El cuadro de Antíoco como profanador se completa con el del propio Evangelio, que en Mateo 24, discurso escatológico de Cristo, advierte que cuando se deje ver esa "abominación de la desolación", es decir, la profanación del templo, y lo único importante del templo es la eucaristía, los que estén en Judea huyan a los montes, etc., etc. Vamos, que habrá llegado el fin. El fin de Jerusalén pero, no olvidemos que en los capítulos escatológicos de los tres evangelistas sinópticos se identifica la destrucción de Jerusalén (año 70), por parte de ese otro canalla llamado Tito, con el fin de la historia, una relación simbiótica entre la destrucción de Jerusalén y la Segunda Venida de Cristo.
Y miren por dónde, toda la historia de profetas, videntes y místicos, muchos de ellos santos, nada de charlatanes, concluye en que la Abominación de la Desolación, al fin de los tiempos, consistirá en el sacrilegio eucarístico de adorar, no a Cristo Sacramentado, sino al mismísimo Señor del Mundo, a Satán. Y esta aberración, dicen, se perpeterará con la mayor colaboración posible de la jerarquía eclesiástica o incluso dictado por la propia Iglesia.
¿Exageraciones? Quizás, el hombre ha sido creado libre y la gracia de Dios siempre está al alcance de quien lo solicita par evitar las salvajadas. Diso cera el mundo a cada istante y uno de los componentes de su creatividad es la oración dle hombre. Ahora bien, tal parece que la evolución de la paulatina -a veces acelerada- desacralización de la eucaristía tiende justamente hacia esa Adoración de la Bestia... a la que no necesito explicar que debemos negarnos aunque nos cueste la vida.
Más sobre la Eucaristía: en el siglo XX negábamos la transustanciación, el hecho de que un trozo de pan y un poco de vino pudieran convertirse, en las manos pecadoras de un cura, la que posiblemente le hueal el aliento, en el mismísimo Dios, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Ahora ya estamos en otra etapa: estamos en que ya no nos basta con negar el milagro, el gran regalo de Dios al hombre. Ahora estamos en la Blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que no se perdonará ni en este mundo ni en el otro... porque, como aquellos fariseos, habremos cambiado el bien en mal, al Hijo de Dios por Satán. Ahora no nos basta con negar la transustanciación, ahora profanamos el Cuerpo de Cristo.
E insisto: la desacralización continua de la forma consagrada que vivimos ahora mismo, apunta justamente a eso.
Quiero decir, que la abominación de la desolación, podría ser mañana, que no pasado mañana, porque lo cierto es que la eucaristía se ha desacralizado hasta un punto verdaderamente increíble.
San Pío X introdujo la comunión frecuente. Hoy en día, el mejor consejo que se puede dar es ése: la comunión diaria. El mundo cambiaría. Como periodista, creo que el gran cambio, a mejor y a peor, producido en el cristianismo durante el último medio siglo, desde 1975 a 2025 (ya saben los cincuenta años de la muerte del dictador Franco) consiste en que la asistencia a misa dominical, a la Eucaristía 'de precepto', ha caído en picado y sin embargo, no deja crecer el número de católicos que acuden a Misa todos los días. Sí, en proporción de 1 a 10, o a veinte, de acuerdo, pero la tendencia está ahí.
Por cierto, el Jueves Santo se cotiza en Bolsa... ¡pues que le den a la Bolsa! Es el día de la Eucaristía y por mí, como si se hunden los mercados. ya se levantarán. Este es el día para mirar al altar, no al parqué. En Hispanidad hacemos esta edición especial, y si se desploma el bono norteamericano... pues ya hablaremos el lunes de Pascua, o el martes, o el miércoles...