En las crisis sociales y en las guerras, los damnificados siempre son los mismos, los ciudadanos
La crisis de la energía que venimos arrastrando, y que no para de empobrecernos, parece no tener fin. Lo que no se sabe bien es por qué nos pasa esto, porque ni los políticos ni los expertos lo explican con claridad. A todos nos afecta la electricidad y el gas, y desde hace unos días se suma de forma bestial el aumento loco del precio de la gasolina y del diésel.
Ahora el comodín es la guerra de Ucrania, que no es que me lo tome a chunga, sencillamente digo que ahora la culpa de todo la tiene Putin como antes la tenían Franco o Aznar. Para el Gobierno con más ministerios y con más asesores de la historia de España, cualquier elemento ajeno vale para exculparse de toda responsabilidad. No hace mucho, el mismo Pedro Sánchez decía en el Congreso que la culpa de todo es de «Vladimir Putin» y su “guerra ilegal”, a lo que desde la oposición, la pepera Cuca Gamarra le espetó con «ya le conocemos, usted es el presidente de las mil coartadas. Primero utilizó la pandemia y hoy vemos que está dispuesto a utilizar la guerra». Da igual lo que se le diga porque no solo ostenta el vergonzante título de las mil coartadas, también el de la cara como el hormigón, y jamás se le caerá de vergüenza. Y no hace falta ser portavoz de ningún partido para recordarle al señor presidente que la guerra es solo de hace veinte días, como quien dice, y que solo ha venido a agravar lo que ya existía desde hace meses.
Llama cada vez más la atención cómo es que aquellos mismos que con Mariano Rajoy incendiaron las calles en febrero de 2017 porque el megavatio hora superaba los 70 euros, hoy son políticos y sindicalistas que callan como mamporreros del poder
Ante el muestrario de políticas raquíticas, sin recursos de ideas -solo absurdos ideológicos-, llama cada vez más la atención cómo es que aquellos mismos que con Mariano Rajoy incendiaron las calles en febrero de 2017 porque el megavatio hora superaba los 70 euros -¡A día de hoy sería una verdadera ganga!-, al haber subido la luz un 4%, hoy son políticos y sindicalistas que callan como mamporreros del poder. Luego dirán que es crispar, pero los únicos que salen a la calle a reclamar lo que es nuestro es Solidaridad, el sindicato verde, que ha convocado a todos los ciudadanos básicos. Y es que una manifestación lo que busca es eso, reclamar lo justo, es decir, crispar al Gobierno.
Citaré solo algunas soflamas de aquella izquierda social enardecida que ahora enmudece… En abril de 2018, Pablo Iglesias: «Un gobierno que protege a la gente tiene que enfrentarse a las eléctricas. No se puede consentir. Necesitamos un gobierno patriota que comprenda que poder encender la luz, que poder tener calefacción, es un derecho y que las tarifas son abusivas». En febrero de 2015, el que ahora es presidente de España y que entonces ostentaba el liderazgo de la oposición arremetía contra Rajoy de la siguiente forma: «Ha aumentado en un 10% la factura del gas y ha aumentado un 13% la factura de la electricidad, señor Rajoy. ¡Usted le sale muy caro a los españoles, le sale muy caro, señor Rajoy!». También, por aquellas mismas fechas, la actual ministre de Igualdad, que por entonces era solo Irene Montero, apostaba por su pareja como la única solución posible para salvar a la humanidad del hundimiento apocalíptico que siempre vaticinan: «Solamente, si Pablo Iglesias es presidente, va ser posible abordar los cambios que necesita este país. Que solo si Unidas Podemos gobierna, vamos a poder sentar a los jefes de las eléctricas en una mesa para decirles que la factura de la luz va a bajar, y que por lo tanto sus beneficios no van a desaparecer, solo van a bajar». En fin, ¡demagogias al poder, nunca mejor dicho! Y es que la hemeroteca de la izquierda siempre es tremenda.
En febrero de 2015, Sánchez arremetía contra Rajoy: «Ha aumentado en un 10% la factura del gas y ha aumentado un 13% la factura de la electricidad, señor Rajoy. ¡Usted le sale muy caro a los españoles, le sale muy caro, señor Rajoy!»
Desde el Círculo de Empresarios, reclaman que «todo lo que se pueda hacer, por ejemplo, bajar el precio de los hidrocarburos, que se haga ya». Y tienen razón, porque lo que no se hizo por delante, todo lo que sea retrasar las soluciones solo puede «agravar todavía más una situación que ya es complicada». A estas críticas, desde la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) se incidió en que el Gobierno está haciendo caja en vez de ayudar con medidas urgentes, ya que Hacienda recibe a favor de sus arcas un incremento que bien podría servir para paliar la sangría social que esta situación está generando, pues «la inflación está suponiendo mayores ingresos para el Estado que podrían estar en torno a 3.000 o 3.500 millones de euros adicionales de recaudación del IVA», apuntó su presidenta, Cristina Herrero. En esta semana, el Gobierno se ha comprometido a rebajar los costes de la luz, el gas y los carburantes, pero sin decir cómo ni cuándo, vamos todo muy Sánchez, mucho humo de palabras y pocos compromisos personales.
En las crisis sociales y en las guerras, los damnificados siempre son los mismos, los ciudadanos, usted y yo, los pobres y los ricos, los hombres y las mujeres… Nunca sufren los políticos, que son los que deciden por usted y por mí; ni los sindicalistas, que dicen defender los derechos de los trabajadores, por lo que perciben subvenciones millonarias. Y la locura total es que con la que está cayendo hacen ostentación de un multimillonario presupuesto de 20.300 millones de euros para políticas feministas. ¡Todo es demencial!
En las crisis sociales y en las guerras, los damnificados siempre son los mismos, los ciudadanos, usted y yo, los pobres y los ricos, los hombres y las mujeres… Nunca sufren los políticos ni los sindicalistas, que dicen defender los derechos de los trabajadores, por lo que perciben subvenciones millonarias
El libro de la Inteligencia colectiva (Almuzara) de Amalio A. Rey. ¿Qué ocurre cuando hacemos cosas juntos? Es el título completo de esta obra, porque la verdad es una pregunta que se responde cuando hablamos del bien común. Si algo define a las sociedades modernas es que son democráticas y que la dialéctica entra en competencia para mejorar a la sociedad y con ello la vida de las personas. ¿Pero qué ocurre cuando dejamos de hacer cosas juntos? Que la sociedad se rompe y lleva consigo la desunión y la esperanza de la calidad de vida se desvanece. Quizá la lectura de este libro nos ayude definitivamente a darnos cuenta del camino que debemos emprender todos juntos.
Codicia financiera (Pearson) de Eduardo Oliert. A ver si les suena de algo la entradilla de la sinopsis: «Las prácticas codiciosas de la economía financiera actual no serían posibles sin el concurso de los reguladores, es decir, de los responsables políticos. Hoy es la política la que condiciona los mercados. Y son las clases políticas dominantes las que facilitan que los mercados financieros ahoguen a la economía real». Pues está más que claro y la propuesta del autor no puede ser más deseable para los tiempos que estamos viviendo.
Distributismo: La economía social de Chesterton (Letras inquietas) de Sergio Fernández Riquelme. ¿Qué tal un poco de sentido común chestertontiano? A sus famosas novelas, a sus ensayos siempre vigentes o a sus frases legendarias, hay que unir, como culminación de su pensamiento y obra, este proyecto con el que nos apela a recuperar la verdadera naturaleza del ser humano desde sus primeras verdades, en sí, en plenos tiempos de la Globalización hiperconsumista: la familia natural, la propiedad para todos y la fe auténtica.