Una semana atrás se celebraba la Junta de Accionistas del Banco Santander. En el transcurso de la misma, su presidenta, Ana Botín, aseguró que la humanidad había experimentado tres grandes revoluciones: la agraria, la industrial y, ahora, la de la Inteligencia Artificial (IA).
De la revolución agraria pocos dudan: el hombre pasó de nómada a sedentario: empieza a sembrar la tierra y a apacentar el ganado. Ahí debió empezar el problema inmobiliario.
Ana Botín, heredera del descubridor de las Cuevas de Altamira, seguramente tiene muy presente el momento en que el hombre abandonó la caza. Lo entiendo.
Revolución industrial... también. La máquina sustituye al brazo. Bueno, es posible que sí, que además de un artificio pedagógico pueda hablarse de revolución.
Ahora bien, por el tercer escalón de doña Ana, no paso.
¿Seguro que la IA es la tercera revolución de de la humanidad, doña Ana Patricia? La IA, al igual que la física cuántica, no supone invento alguno. Avance puede, invento... sólo a título de espejismo.
Mire usted, lo que hace la IA es lo mismo que hacía un ordenador sólo que más deprisa. Ganamos en espacio y ganamos tiempo, algo similar a lo que ocurre con el ordenador cuántico.
Las diferencias de grado nunca acaban por ser diferencias de naturaleza: la máquina puede ser millones de veces más rápida que el ser humano pero sigue siendo idiota
Ahora bien, el avance, por muy impresionante que resulte la IA, no existe. Aquí el único que piensa es el hombre, el primer hombre que creó el primer programa en un ordenador. El cerebro electrónico no es cerebro, es idiota. Simplemente, calcula mucho más deprisa y tiene mucha más memoria que el hombre. Y esto también vale para el silogismo o para la ecuación: una vez que se le introducen, la máquina aprenderá a 'generar'. Y si el ser humano le enseña un silogismo o una ecuación... aprenderá a hacer muchos silogismos y muchas ecuaciones, mucho más rápido y con una memorización más amplia. Ahora bien, con todo mi permiso hacia Kant, es más rápida que el hombre pero, sigue siendo idiota.
Las diferencias de grado no deben aceptarse como diferencias de naturaleza. Vamos, que la máquina puede ser millones de veces más rápida que el ser humano pero sigue siendo idiota.
En la Inteligencia Artificial vuelve a operar el complejo de Dios. El hombre que cree haber creado un ser pensante, la máquina, el ChatGPT o similar, porque piensa como un hombre... es un hombre de mente corta. La verdad es que la máquina no piensa sino que trabaja más deprisa... y según el pensamiento que, previamente, un ser humano, con inteligencia creada por Dios, le ha introducido. No piensa, repite el pensamiento del hombre sólo que a gran velocidad. Impresionante pero estúpida.
La IA no es una revolución aunque puede resultar revolucionaria, por su velocidad de proceso y sólo por eso.