Dicen que sufrimos una pandemia mundial, el Covid-19, hace cinco años. Menos en España, porque parece que solo hubo muertos en Madrid a tenor de los políticos y medios subalternos que son prolijos en airear en bucle consignas a toque de silbato monclovita contra la presidenta Díaz Ayuso, una vez que no han tenido efecto los 100 actos programados de Franco por Sánchez para este año con intención de camuflar su corrupción.
Se han puesto todos de acuerdo en la izquierda para sobreexponer la leyenda de la “madridemia”, la pandemia que solo afectó a Madrid, aunque hubo un mando único del Gobierno español en manos de un vicepresidente esfumado (Pablo Iglesias) que dijo asumir toda la responsabilidad sobre las residencias de la tercera edad y hasta contó con las alabanzas de nuestro primer ministro. A estos mismos y sus ventrílocuos periodistas se les olvida un detalle menor: los 130.000 “asesinados” durante el covid en todo el país, en especial en CCAA con mayores tasas registradas que la madrileña gobernadas no precisamente por el PP.
Qué mala memoria tiene el Covid. Porque la mala leche siempre ha existido aunque no en la intensidad como en estos últimos años desde la moción de censura última. A esta mala baba cuesta acostumbrarse, como también a la incapacidad de reaccionar de cierta oposición siempre a la defensiva. Acción-reacción. La pasividad pepera -salvo escasísimas excepciones- exaspera a sus votantes y así se entiende el esplendor de otras formaciones de la derecha reformista española.
La izquierda puede permitirse ser ultra y radical; la derecha nunca, habría que exiliarla cuando menos o sacarla de todas las instituciones. Ese es el grado de tolerancia democrática a la que hemos llegado y los lerdos populares poniendo además la otra mejilla. Para una vez que sacan un video con IA con cierta gracia sobre el cínico feminismo de las fuerzas “progresistas”, terminan retirándolo cuando la izquierda alza la voz aunque estos no se cansan de mofarse con cortos, largos, carteles, mítines, ruedas de prensa, trolls, etc. contra la derecha “rancia” siempre franquista. “Ayuso Dimisión”, nunca puede faltar.
Madrid es flagelada años después de la pandemia, los virus y las bacterias por la anti-casta política y el aparato del Estado. Franco también fue del Real Madrid y eso debe pesar igualmente. Por eso dan ganas de trasladar la capital a Lisboa o Cádiz. A Barcelona no, porque los indepes catalanes ya se encargan de que haya cada vez menos Estado posible en la comunidad autónoma bajo amenaza de retirar siete miserables votos. Lealtad consigo mismos, se llama.
Es una suerte que a pesar de los ataques contra el Madrid del PP por tierra, mar, aire, ciberespacio y el éter, Ayuso siga resistiendo. Más bien crece. Cuanto más conspiran descaradamente contra ella, más parece crecer políticamente. No hay ningún político actual del PP, ni siquiera Feijóo, que esté siendo apaleado más por toda la izquierda política, mediática y judicial que la presidenta de Madrid.
Y como no funciona lo de Franco, Madrid es la diana de todas las críticas encubridoras como no se conoce contra ninguna otra comunidad autónoma
Si sobrevive, y no hay duda que lo hará, podría encarnar la mejor candidatura a la jefatura del gobierno por sobrados méritos. La lideresa de los “Realos” en el partido del PP (frente a los “Fundis” de Feijóo), rodeada de un buen equipo de voraces depredadores en oratoria y en marketing político, a ser posible bilingües, daría el triunfo de nuevo a la derecha por votación popular. Y si promete como Trump un decreto ómnibus que tanto gusta a Sánchez para derogar en su toma de posesión tantos despropósitos perpetrados contra la igualdad en España, tal vez arrase.
La gente estalló por la pandemia (o sea la madridemia), está exhausta por la corrupción de los relatos de la sanchoesfera, fatuos de autocrítica y falsificadores de Martin Luther King. Mienten más que respiran. Y como no funciona lo de Franco, Madrid es la diana de todas las críticas encubridoras como no se conoce contra ninguna otra comunidad autónoma. Además sufre la consecuencias de capitalizar la llegada de menas por capricho arbitrario de La Moncloa.
Y mientras tanto la otra facción fundamentalista del PP dando coba al PSOE que incumple la constitución, maneja cuentas al margen del Parlamento, dándole apoyo pese a todo a presuntos asuntos de Estado y alimentando indirectamente el procés catalán. Es el miedo original al “qué dirán”.
Si alguien quiere comprometer a Feijóo que le pregunten qué es el PP: un partido de ida o vuelta, conservador, de derecha, de centro, liberal, centro-derecha, centro-izquierda, reformista, moderado o qué. Más de uno piensa que es la mano alargada de la socialdemocracia europea. Y si no que se lo pregunten a Aznar que dijo recientemente “sentirse ideológicamente más cerca del PSOE de Felipe González que de Santiago Abascal” de Vox.
Lo que sí es “razón de Estado” es defender por ejemplo a capa y espada la existencia del Estado de Israel como hace Alemania (tanto en la izquierda como en la derecha) desde el final de la II Guerra Mundial y anclar en su Carta Magna la prohibición de intervenir militarmente en conflictos bélicos. Nuestras políticas de Estado son por el contrario efímeras, volátiles, como los virus orales. Las razones de Estado las impone cada cual a su antojo, con el VAR trucado y mientras tanto tratando de que Madrid pierda el máximo número de enteros, incluso a escala global, aunque sea a favor de Miami, el epicentro del hispanismo a pesar del “English Only” de Trump.
Algunos aconsejarían a Ayuso contraatacar y abrir desde Madrid un canal de comunicación en inglés con IA para toda la administración madrileña y su acción de gobierno. Para globalizar aún más la capital, no restaría tampoco unos informativos radiofónicos al día en la lengua de Shakespeare como tienen a bien otras capitales europeas no precisamente angloparlantes para tanto visitante turista.
Y mientras tanto la otra facción fundamentalista del PP dando coba al PSOE que incumple la constitución, maneja cuentas al margen del Parlamento, dándole apoyo pese a todo a presuntos asuntos de Estado y alimentando indirectamente el procés catalán. Es el miedo original al “qué dirán”
En el mundo de la “nueva guerra fría” contra China, cuando Trump resuelva la invasión rusa en Ucrania, haciéndose amigo de Putin y enemistado con Europa, Madrid tiene que aprender a ser geopolíticamente una capital bilingüe como mínimo, recuperar el hispanismo, abrazarse a la IA y a defender la verdadera igualdad de todos los españoles dando además una lección a los tractoristas indepes catalanes en concubinato con quien preside la Internacional Socialista.
La exasperada hostilidad política contra Madrid, sede además de todo el Gobierno de España y víctima de las numerosas regalías al independentismo en Cataluña que deshereda al resto del territorio, tiene una deuda con los madrileños: merece ser una capital de Estado de proyección, hacer una city mucho más verde, supercomunicada, participativa (voto electrónico), conectada, desburocratizada, humana y conciliadora. Esto no depende de las políticas de Estado.