Es el momento de repasar el genial artículo del historiador Javier Paredes en Hispanidad, titulado: “Mujeres de oro en los Juegos Olímpicos de París” para conocer el trasfondo de la perversión olímpica perpetrada por Emmanuel ‘Lolito’ Macron. Ya saben: la Carta Olímpica prohíbe cualquier manifestación religiosa y entonces Lolito se dijo: “De acuerdo, pero no dice nada de una manifestación anti-religiosa”... y entonces decidió exhibir la blasfemia de unos ‘drag queen’, burlándose del famoso cuadro de Leonardo da Vinci dedicado a La última Cena, donde Cristo instituye la Eucaristía. Ya saben, sólo por fastidiar.

Las blasfemias contra la Eucaristía vienen de atrás, como ya recogiera el experto en publicidad y colaborador de Hispanidad ya fallecido, Clemente Ferrer, pero a mí me suena que esta blasfemia de los Juegos Olímpicos de París aporta una novedad: recuerden que es un Gobierno, de una nación mayoritariamente católica, quien aprovecha una ceremonia de inauguración de unas Olimpiadas -ya saben, la fraternidad entre los pueblos y esas cosas- para insultar a la religión mayoritaria. Esto no puede ser casual.

Macron se ha empleado a fondo. Lo cuenta, y lo cuenta muy bien, Religión en Libertad, porque sitúa a Macroncito en su contexto. Dice así: En noviembre de 2023, Emmanuel Macron acudió a la sede del Gran Oriente de Francia para proclamar la identidad de espíritu entre la masonería y la República. En agosto de 2024, el mundo entero asistió al espectáculo de la inauguración de las Olimpiadas: “Esto es Francia”, dijo el presidente de la República. Eso segundo parece más acertado. Este domingo terminan las Olimpiadas (después serán los Juegos Paralímpicos del día 28 al 8 de septiembre), y el balance de ‘Lolito’ no puede ser más grandioso: no sólo ha ofendido a la Cristiandad que forjó Francia, también se ha cargado el espíritu olímpico de respeto al diferente y, de paso, a algunos nos ha quitado toda la emoción por los Juegos Olímpicos.

Ahora lo entiendo todo: el mal francés no es la sífilis: es ‘Lolito’ Macron.