Manuel Campo Vidal ha escrito un artículo titulado “En 20 días llegará Trump y mandará callar y firmes”. Una pieza muy lograda, pues ha conseguido resumir en un poco espacio todos los tópicos del momento acerca de la desinformación y en grado superlativo. 

Primera conclusión: los norteamericanos son idiotas. Han votado por amplia mayoría a un sujeto mentiroso, vengativo, cruel, amigo de Putin, enemigo de Europa y, en general, uno de nuestros peores ciudadanos.

La verdad es que respecto a Europa, lo que ha dicho Trump es que ya está bien de que el viejo continente afronte a sus enemigos sin soldados norteamericanos. Trump no quiere cargarse la OTAN, quiere que Europa se defienda solita. A mí no me parece mal.

Pero donde el tópico campovidalesco se desparrama es en sus alusiones a la desinformación. 

Al parecer, Trump es igual a bulo. Es más, a Elon Musk, que liberó a Twitter del pensamiento único y de la censura progre de Jack Dorsey, Campo Vidal también le acredita ánimo censor al de Tesla. Me sé yo de otras muchas cosas que podrían atribuírsele a Elon Musk pero no esa.

Con todo, lo más sangrante del artículo de Campo Vidal es cuando entra en el terreno del bulo, para ser más exactos del gran bulo del bulo. De la mano de un personaje tan acreditado intelectualmente como el ministro Óscar Puente, el periodista nos explica que “los bulos son un nuevo golpismo”. Ahí es nada. 

No seré yo quien se atreva a contradecir la autoridad moral del ministro de Transportes pero insisto en que la mentira tiene las patas cortas y que aunque Don Manuel Campo tiemble ante un 2025 que será “el año de la desinformación” -por culpa de Trump, naturalmente-, los ciudadanos no necesitan defensa alguna del poder respecto a las noticias falsas que tantas veces no son noticias erradas sino opinión que no gustan al poder.. En primer lugar, porque el bulo muere 48 horas después de nacer, a manos de su propia incoherencia y, en segundo lugar, porque si dejamos que sea el poder político, económico o el más sangriento de otros, el poder cultural, quien nos proteja de la mentira, estaremos cayendo en aquello que recitaba otro expresidente norteamericano, Ronald Reagan, para quien las ocho palabras más temibles que se pueden escuchar eran éstas: “Hola soy del Gobierno y vengo para ayudar”.

Pero en esto de la desinformación, esa tragedia que tanto preocupa a Campo Vidal desde que Trump ganó las elecciones, hay algo más. 

Días atrás, expliqué por qué me marcho de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM): la asociación que debía defender a los periodistas se ha aliado con el poder político y con los grandes editores para decidir qué es lo que se debe decidir y qué es lo que no se puede decir. Si la libertad de expresión ya había sido puesto en solfa por los delitos de odio, esa salvajada que consiste en confundir delito y pecado, ahora se trata de justificar la censura del poder sanchista en nombre del rigor informativo… que tiene bemoles, la copla.

Pero queridos compañeros periodistas: ¿no os dais cuenta de que con el bulo del bulo lo único que pretende Pedro Sánchez es convertirse en intocable e incriticable? 

Y luego está la guinda de la tarta: don Manuel afirma, categórico, lo que, no hace más de 25 años, hubiera sido condenado hasta por un periodista recién salido de la Facultad. Ojo al dato: “Solo una vigilancia estricta de las redes como anuncia, pero no concreta, Europa puede entenderse como antídoto contra la intoxicación interesada. Hay que intervenir ya dejando de ser espectadores resignados”. Sí, han leído bien: el periodista Manuel Campo Vidal pide el establecimiento de una censura para las redes sociales, el llamado periodismo ciudadano

Naturalmente, la censura sobre millones de personas es imposible. Así que, una vez que se establezca esa “vigilancia”, no lo duden: se dictaminará quién puede hablar y lo que puede decir, en el periodismo ciudadano y en cualquier tipo de periodismo.

Al fondo de toda esta locura colectiva, con periodistas atentando contra la libertad de prensa, calificando como amigos a los enemigos, existe y late un miedo a la libertad. Mucho me temo que el autor de este artículo, al igual que otros muchos plumíferos veteranos, vivía muy a gusto en un oligopolio de los señores de la prensa. Allí podías saber qué es lo que puedes decir y qué es lo que no debes decir, pero eso sí, según los muy democráticos principios de la libertad controlada. 

En definitiva, Internet supuso una explosión de libre albedrío, libertad de expresión superlativa, maravillosamente incontrolable.

Por eso deduzco que lo que late al fondo de toda esta sinvergonzada del bulo del bulo no es otra cosa que miedo a la libertad. Internet ha multiplicado la libertad y eso da miedo. Pero que seamos los periodistas los primeros en sucumbir a este pánico… da que pensar y no precisamente cosas buenas.

En cualquier caso, no olviden que los anti-bulos no luchan por restaurar la verdad sino por implantar la censura.