Lo contábamos en Hispanidad. La actriz Elsa Pataki asegura que ella había permitido que su marido desarrollara su tarea como actor mientras ella se quedaba atrás para cuidar de sus hijos.

Cualquier hubiera contestado y/o contemplado que la actriz merecía un aplauso por su generosidad. Pero a la feminista de turno le pareció fatal. ¿Por qué tenía que cuidar ella de sus hijos y no su esposo? Ella respondió que había sido muy feliz con su elección, sin saber que al feminismo le importa un pimiento la felicidad de las mujeres. De hecho, el feminismo arremeta contra lo femenino. Le molesta. Prefiero no entrar en las razones.

En cualquier caso, Pataki podía haber respondido, también, que no hay nada más distinto a un varón que una mujer, afortunadamente para ambos. De entrada, el hombre construye el mundo, la mujer lo humaniza. Creo que lo segundo es más importante que lo primero pero, sea o no así, lo cierto es que ambas tendencias van implícitas en su propia naturaleza.

Afortunadamente para ambos sexos, nada más distinto a una mujer que un hombre y nada más distinto a un hombre que una mujer. Pero no en derechos. Pues sí, yo creo que también en derechos. Porque si la naturaleza y la condición son distintas también lo serán los derechos. De hecho, el varón anhela muy pocos derechos femeninos y la mujer no valora los muy pocos derechos masculinos. Ni el uno entiende lo de una ni la una lo del uno. Ejemplo: el derecho a la lactancia de quien no puede dar leche: el padre. 

Griten conmigo: ¡Muera la igualdad! La libertad es mucho más importante.