A los 89 años de edad, ha muerto Mario Vargas Llosa, el escritor peruano más conocido en España, autor de obras como La Tía Julia y el Escribidor y aspirante a la presidencia del Perú por una coalición liberal de derechas.
Era agnóstico y, como tantos otros cristófobos, liberal y progresista. Es decir, un partidario de la definición real del progresismo: Abajo los curas y arriba las faldas.
Aspiró a la Presidencia de Perú porque intentaba recrear en aquel país hispano el liberalismo decimonónico, afortunadamente muy difícil de incardinar en Hispanoamérica porque la América española, de impronta católica, siempre ha sido tan amante de la libertad como de la justicia y remite sus valores a la Ley natural, mientras que el liberalismo se conforma con el consenso social como fuente de todo derecho, sin atender a la ley natural.
En otras palabras, que Vargas Llosa era un agnóstico liberal que, en el siglo XX, tenía un papel que jugar ante los totalitarismos liberticidas que reinaban en Europa y, por tanto, en el mundo. Ahora bien, en el siglo XXI, me temo que tenía ya poco que aportar: el escenario había cambiado.
Sï, Vargas LLosa creía en la libertad pero no en el Creador y sostén de la misma: Cristo. El Premio Nobel de literatura era, repito, un agnóstico activista. Eso sí, lo suficientemente sensato como para reconocer que Occidente sólo subsiste, sólo puede subsistir, gracias a la fe cristiana. Sin ella, sólo sobrevive, con muchas razones pero sin la razón última... que es exactamente lo que le ha ocurrido y ocurre a Europa, primero con el marxismo de la lucha de clases, que preconizaba la envidia como mandamiento y luego, ahora, con una estúpida ideología de género que la está disolviendo como un azucarillo, pero el pobre Mario creía que aún era compatible, por ejemplo, cristianismo con feminismo.
Por eso, Vargas Llosa se quedaba tan impresionado ante manifestaciones como la Jornada Mundial de la Juventud que en presidiera en Madrid Benedicto XVI.
El escritor creía sinceramente en la libertad individual, pero, al no creer en Cristo, cabía preguntarle, como a todo bien liberal y sin la mala idea de Lenin: ¿Libertad para qué? Porque la libertad como fin es un poco absurda. La libertad que no tiende a la justicia -y no tan sólo a la justicia social- es una libertad triste y estéril.
Por eso digo que, si un hombre no es otra cosa que su pensamiento, que sus convicciones, Mario Vargas Llosa tenía poco que decir en lo del terrorismo directo, en el siglo XXI donde no se trata de libertad para elegir sino de otra cosa. La Blasfemia contra el Espíritu Santo ha llevado a una inversión total de valores, donde lo bueno es malo y lo malo es bueno. Eso no sucedía en el siglo XX... y resulta que don Mario había nacido en 1936.
Pero no, no era un sectario, Por eso, no tuvo reparos en dejarse fotografiar con la Infanta Cristina y con el rey Juan Carlos I, cuando ya ni la infanta ni su padre gozaban del fervor popular, pero recordando que, a él, siempre le habían tratado con exqusiita consideración.
Que Dios le tenga en su gloria al gran escritor.