
Hace poco pude contemplar la siguiente escena. Un niño, de tres años mal cumplidos, está con su mamá en un banco, en un parque madrileño. Se da la circunstancia de que pasa por allí su maestra de primero de infantil. La profe se para a saludarle y le dice que ella tiene un hijo de su misma edad y que se lo va a presentar. El niño, con esa seriedad infantil que tanto nos impresiona a los adultos, le dice que eso es imposible:
-Tú no puedes ser mamá.
¿Por qué? responde la profe, realmente sorprendida.
-Porque eres ‘pofesora’.
Y como todo el mundo sabe, no se puede ser ‘pofesora’ y madre, al mismo tiempo. O maestra o mamá: hay que elegir.
La presunta incongruencia provocó muchas risas en el grupo pero yo sostengo que el pequeño estaba diciendo algo de una lógica aplastante, formidable, demoledora. Para un niño, la madre es el ser primero, su refugio; la profesora es el refugio alternativo, el hogar del horario escolar. Pero ambas, para el bebé, lo son a tiempo completo. Quien se ocupe de él debe ocuparse sólo de él. Por tanto, no se puede ser madre y ‘pofesora’. O lo uno o lo otro, ambas naturalezas resultan inconciliables porque tú, profe, debes estar pendiente de mí, no de tus hijos. No compartiré tu dedicación con terceros.
Hasta los seis años, el hombre necesita de una mujer. Desde los seis, necesita masculinidad y feminidad
También, porque un niño no necesita que le enseñen un oficio sino que le introduzcan en el mundo. Y eso, sólo sabe hacerlo una mujer.
Chesterton aseguraba que hablar de confinar a la mujer en el hogar es como hablar de confinar a un rey en su trono: ¿de verdad el hogar es un confinamiento? Y asegura el autor inglés: “No se mantuvo a las mujeres en casa para tenerlas reducidas; por el contrario, se las mantuvo en casa para conservar su desahogo. El mundo fuera del hogar es una masa de estrechez, un laberinto de caminos estrechos, un manicomio de monomaníacos. Solo limitando y protegiendo en parte a la mujer se le permitía jugar a cinco o seis profesiones y acercarse así a Dios casi tanto como el niño cuando juegas a 100 oficios”.
Y esto no por incapacidad sino por lo contrario, por la sobrecapacidad de la mujer sobre el varón en este punto, por el “genio femenino”, del que hablaba San Juan Pablo II: “La mujer no debe tener un oficio sino 20 aficiones; ella, a diferencia del hombre, puede desarrollar todas sus segundas habilidades”.
“No niego que las mujeres hayan sido agraviadas, incluso torturadas, pero dudo que alguna vez lo hayan sido tanto como lo son ahora, por el absurdo intento moderno de convertirlas en emperatrices domésticas y en oficinistas competitivas, al mismo tiempo”
Continúa Chesterton: “No niego que las mujeres hayan sido agraviadas, incluso torturados, pero dudo que alguna vez lo hayan sido tanto como lo son ahora, por el absurdo intento moderno de convertirlas en emperatrices domésticas y en oficinistas competitivas, al mismo tiempo”.
Concluyendo: “La mujer representa la idea de la cordura, ese refugio intelectual al que la mente debe regresar después de cada excursión por la extravagancia. El alma que se abre camino por lugares salvajes es la del poeta, pero el alma que nunca encuentra su camino de vuelta es la del loco”.
Mujer, vuelve al hogar, la humanidad te necesita, Por ejemplo, para tener hijos, para seguir existiendo. Pero es que, además tú eres la única que puede hacerlo.