El pasado sábado 3 celebramos la festividad de San Blas, el de la fiesta aquella donde todo el mundo salía con unas cuantas copas de más. Aunque el patrón oficial de Armenia es san Gregorio el iluminador, evangelizador de los armenios, la verdad es que todo el mundo tiene por patrón armenio a San Blas, que encima es turco, es decir del pueblo islámico que martiriza a la Armenia cristiana.

Blas era turco pero fue obispo de Sebaste, paraje turco pero históricamente entregado a la Iglesia católica armenia y conocido como Sebaste de los Armenios. Blas, siglo IV,  fue martirizado por el emperador romano Licinio. Su historia daría para varias novelas y su devoción popular se extiende por el Oriente y el occidente cristianos, santo de católicos y ortodoxos, todo a un tiempo, y llega a América y Filipinas, es decir a toda la Hispanidad. 

Es el santo de las gargantas, y los tenemos garganta de cristal le tenemos en gran estima.

Me gusta San Blas, patrón de la martirizada Armenia, donde se suceden los mayores genocidios de la historia moderna, mientras Occidente mira hacia otro sitio. Y es que el Occidente cristiano se moviliza por cualquier injusticia, salvo cuando las víctimas son cristianas. 

Y no te olvides de Armenia. Al menos, los armenios siempre tendrán su barrio en la ciudad antigua más importante del mundo: en el casco antiguo de Jerusalén, en paridad de estima con cristianos, judíos y musulmanes. Pero cuando te está matando el malnacido de Recep T. Erdogan y tus hermanos en la fe no mueven un dedo... Bueno, eso tiene que doler. Encomendémonos a San Blas y se le atraviese una espina a Erdogan en la garganta... dejémoslo correr, no invoquemos a Blas de Sebaste: estará ocupado.