¿Debemos temer a la inteligencia artificial? Por supuesto que sí. Yo siento pavor ante ella: temo a la inteligencia natural de un canalla para utilizar la inteligencia artificial contra la natural, es decir, contra el vecino
Nunca me había escrito un diplomado en meditación por lo que he creído conveniente tomarme muy en serio su mensaje, que lleva por título un interrogante: ¿temes que la inteligencia artificial (IA) se apodere del mundo? La verdad es que nunca he temido tal cosa de la IA como tal pero, tras leer el mensaje, me he quedado muy preocupado.
Verán, con la inteligencia artificial ocurre lo mismo que con el cambio climático: no es una falsedad, sólo es una obviedad y es sabido que el reino de la tautología es el reino de la necedad absoluta. También es sabido que movilizar a una sociedad contra la obviedad, con sentido de urgencia y dimensión telúrica, suele acabar en el tradicional desatino de matar moscas a cañonazos. Ejemplo: la parte más real y más preocupante del cambio climático es la sequía. Pues ya sabes campeón, si quieres agua, a plantar árboles y a desalar el mar. Es decir, produce más, no obligues al personal a consumir menos. Ese futuro oscuro eres tú el que lo creas forzando a la gente a vivir sus vidas en la sumisión, en la confusión y en la miseria. Porque, ¿saben qué? No es para tanto. Todos los problemas-obviedad del siglo XXI tienen solución. La tienen… salvo que el calentamiento global se convierta en calentamiento mental y todos nos volvamos unos histéricos climáticos, o histéricos de la salud o histéricos de la IA y el maquinismo. Los problemas de la humanidad no sólo tienen solución sino que incluso la solución podría venir por sí misma. Aunque insisto, contra la sequía lo que hay que hacer es plantar más árboles y desalar más agua. Este planeta está repleto de agua pero si alguien propone esto es expulsado por la manada de lo políticamente correcto. Posiblemente, se trate de un ultra.
La máquina no piensa, calcula, pero calcula más rápido que el hombre. Por eso, siempre ganará al hombre en el ajedrez: es un juego meramente matemático
La IA también se parece a la histeria covid. No había negacionistas del coronavirus, nadie negó la epidemia o pandemia, como quieran llamarla. Simplemente, había gente que consideraba que se estaba exagerando el virus con el objetivo de reducir las libertades y que, encima, dichas reducciones no resultaban eficaces. En efecto, España fue uno de los países de confinamiento más duro y fue el país europeo con más muertos por habitante… siempre que nos comparemos con países comparables, como Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Holanda, etc.
También fuimos el país con más muertos del mundo por habitante, sólo por detrás de Perú. Los “negacionistas" querían conocer el origen de la epidemia porque la única forma de luchar contra una epidemia, o contra cualquier otra cosa, consiste en conocer su origen, que hoy, tres años después, continúa ignoto. Y había gente que, pese a no saber su origen, desconfiaba con razón de las vacunas que aparecieron en el mercado a toda velocidad e hicieron muchos multimillonarios. Pero si se te ocurría levantar la mano te convertías en un enemigo del pueblo. Algo grave.
Llevamos ya demasiadas obviedades en lo que va de siglo, como el calentamiento global, el coronavirus o la inteligencia artificial… y todas ellas conllevan a lo mismo: merman nuestra libertad, nos arruinan y nos devuelven a la caverna. Es decir, se trata de obviedades progresistas
Pero volvamos a la IA. Para entendernos: de la misma forma que no hay nada en la imaginación que antes no haya estado en los sentidos -por ejemplo, en la vista- tampoco hay nada en la máquina -inteligencia artificial- que antes no haya estado en el hombre, que es el único ser naturalmente inteligente. A veces, hasta ser racional. Así, tampoco hay nada en la inteligencia artificial (IA) que antes no haya estado en la inteligencia natural (IN). La máquina no hace sino aquello que el hombre le ha enseñado a hacer. Lo que ocurre es que lo hace mucho más rápido que el hombre. Muchos se asustaron de que la máquina de IBM lograra vencer al campeón mundial de ajedrez. ¡Por supuesto que lo consiguió!, no podía ser de otra forma. El ajedrez no es más que un juego (apasionante, sin duda) matemático, esto es, el segundo grado de abstracción, un sencillo juego de posibilidades. Es decir, una tontuna que nos emociona porque abre, como cualquier problema de matemáticas, unas posibilidades que al cansino cerebro humano le parecen infinitas, sólo porque son demasiadas para él. Y así, como la máquina tiene más memoria que el hombre, pues siempre le terminará por ganar jugando al ajedrez.
Y es que la máquina no piensa, calcula, pero calcula más rápido que el hombre. Por eso, siempre ganará al hombre en el ajedrez: es un juego meramente matemático.
Ahora bien, lo que la máquina jamás poseerá, no es la sosería de la inteligencia emocional, ni nada parecido. La emoción no es inteligente de la misma manera que el pensamiento inductivo no es pensamiento propiamente dicho. Lo tenemos en común con los animales y la máquina puede desarrollarlo y más deprisa que nosotros.
Pensamiento no es otra cosa que pensar primero y, si me fuerzan, capacidad para formular juicios de valor, que es una forma de… pensar primero, de igual manera que creación es el salto de la nada al ser, no el salto de algo diminuto, ya creado, a algo enorme o perfeccionado. Las cosas se explican bien unas por otras, lo difícil es explicar por qué existen cosas. La IA se explica muy bien desde la IN: lo difícil es explicar por qué el hombre es el único ser inteligente
No, la IA nunca tendrá IN, la máquina nunca alcanzará al hombre porque le falta algo con lo que Dios creó al hombre y su inteligencia natural: originalidad de pensamiento. Por eso, cuando pasamos del segundo grado de abstracción (matemáticas) al tercero (filosofía) la máquina desbarra: ahí no tiene nada que hacer, la pobre. Pensamiento no es otra cosa que pensar primero y, si me fuerzan, capacidad para formular juicios de valor, que es una forma de… pensar primero, de igual manera que creación es el salto de la nada al ser, no el salto de algo diminuto, ya creado, a algo enorme o perfeccionado. Las cosas se explican bien unas por otras, lo difícil es explicar por qué existen cosas. La inteligencia artificial es hija de la inteligencia natural. Pero cuidado, hay hijos tan canallas que asesinan a sus padres.
Y aquí vuelve a asemejarse la inteligencia artificial al cambio climático, la otra estupidez de moda. La pregunta es la de nuestro diplomado en meditación, entiendo que en meditación no especialmente trascendental: ¿Debemos temer a la inteligencia artificial? Por supuesto que sí. Yo siento pavor ante ella: temo a la inteligencia natural de un canalla para utilizar la inteligencia artificial contra la natural, es decir, contra el vecino. Esa posibilidad, ya no hipótesis, sino realidad, me produce verdadero pánico. Ahora bien, por la IA en sí misma, no siento temor alguno.
Por cierto, nuestro hombre se presenta como diplomado, no sólo en meditación, sino también en consciencia (mindfulness). Esto sí que resulta mucho más revelador porque, en efecto, la pérdida de consciencia, antes conocida como conciencia, representa una de las claves del siglo XXI, aquejado de un problema de identidad. Con decirles que ni tan siquiera sabemos si nacemos hombres o mujeres… o no binarios.
En cualquier caso, recuerden: si es inteligencia no puede ser artificial, si es artificial no puede ser inteligente.