Sábado 9 de noviembre de 2024, festividad de Nuestra Señora de la Almudena. No puedo dar fe de su certeza pero resulta que algunos creemos más en la tradición oral que en la documentación histórica: la primera suele estar menos manipulada que la segunda, al menos, para los que creemos más en la historia que en los historiadores.

En cualquier caso, lean esta preciosa leyenda sobre el origen de la imagen de Nuestra Señora la Real de la Almudena, patrona de Madrid, bien narrada en la página de la Congregación Real Esclavitud. Si la primera imagen de la Virgen de la Almudena fue traída por Santiago el Mayor, patrón de España... ¡pues estupendo! 

En ella se habla del discípulo de Santiago el Mayor, el amigo Colaceno. Para mí, quien tuvo y retuvo un nombre tan poco eufónico como Colaceno merece todo respeto. Recuerden que me llamo Eulogio y a mucha honra.  

Madrid es la cabeza de la España cristiana. Pero sin Cristo, España no es nada

La tradición nos muestra que la historia de Nuestra Señora de la Almudena resulta muy representativa de Madrid, que siempre, también en la España de las autonomías y la doble gobernanza, ha constituido la raíz de la nación española, la cabeza de la España cristiana. Y sin Cristo, España ni hubiera nacido ni hubiera sido... nada de nada. Sí, Madrid es una capital alegre que sostiene a la nación española. A veces histérica pero nunca quejosa. Pertenece a esa raza hispana, la más fuerte del mundo, porque sobrevive a pesar de sus nefastos gobernantes. 

Termino, como no podía ser de otra forma, que diría nuestro Pedro Sánchez, con el formidable himno de Santa María la Real de la Almudena. Todos pueden cantarlo, incluso el antiguo obispo de Madrid, don Antonio Rouco Valera, de quien todos hemos deseado siempre que la cante en silencio, de corazón: ¡Cielo Santo, canta peor que yo! Y por si alguien no sigue la letra, ahí la tienen.  

Madrid es una capital alegre que sostiene a la nación española. A veces histérica pero nunca quejosa. Madrid, donde nadie se siente extraño

Es un himno memorable, que evoca el espíritu de esta advocación mariana, el abandono del niño en brazos de su madre. Recuerda aquella sentencia que reza lo siguiente: la vida no se escoge, se acoge. La vida es un don, y nadie nos ha pedido permiso para nacer. O sea, a conclusión de María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Un himno, además, muy madrileño en otro sentido: Madrid es una capital alegre, a veces histérica pero no quejosa. Madrid es la antítesis de la depresión, esa terrible patología de nuestro tiempo.  

Porque la vida no es una opción que se elige, la vida es un don que se agradece. Eso sí: con libertad para rechazarla: ¡allá uté!

Madrid, donde nadie se siente extraño.