Lo cuenta Aciprensa y lo cuenta muy bien. 

El cardenal Mauro Piacenza, que ostenta el sonoro cargo de Penitenciario Mayor de la Iglesia, ha dicho lo siguiente: "La nueva evangelización comienza en el confesionario". ¡Olé sus narices, Eminencia! Podía haber añadido, en el viejo confesionario, que por algo es nueva evangelización.

Y para los amantes de la psicología, ciencia exacta, añadió: "se trata de una alegría sobrenatural, que no podemos confundir en ningún momento con el cese o la eliminación del sentimiento psicológico de culpa". No sé por qué pero me temo que la advertencia resultaba pertinente y necesaria.

Los confesionarios crían telarañas, no se enseña a confesarse bien, ni se habla del sacramento de la penitencia y de su necesaria frecuencia

En cualquier caso, buen recordatorio, porque mira que resulta difícil confesarse, también en Cuaresma o aún más en Cuaresma, periodo de penitencia. Aunque el principal escollo para no hacerlo es nuestra soberbia, nuestra pérdida del sentido del pecado. Ya saben, lo del Pablo VI: "El pecado del siglo XX es la pérdida del sentido del pecado". El del siglo XXI es peor: es la blasfemia contra el Espíritu Santo. Es decir, el diablo se ha quitado la careta y ahora le dice al mundo, desde el atril de oradores globales, en el gran teatro de la conciencia común de la humanidad (afortunadamente la que importa al final es la conciencia individual) que el pecado sí que existe y que consiste en la virtud mientras la virtud es justamente el pecado. El bien se convierte en mal y el mal en bien: el mundo al revés. 

En vísperas de Cuaresma, el Papa Francisco se arrodilló y se sentó en la garita: confesó y fue confesado. Todos los obispos deberían hacer lo mismo

Por tanto, el sacramento de la penitencia resulta más perentorio que nunca. El panorama real es el inverso: al menos en las iglesias españolas, los confesionarios crían telarañas, los curas no enseñan a confesarse bien (examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia), ni se habla del sacramento de la penitencia ni de su necesaria frecuencia. 

Atención: "se trata de una alegría sobrenatural, que no podemos confundir en ningún momento con el cese o la eliminación del sentimiento psicológico de culpa"

Para dar ejemplo, en vísperas de Cuaresma, el Papa Francisco se arrodilló y se sentó en la garita: confesó y fue confesado, el pasado 24 de marzo. Creo que fue el Papa Juan Pablo II quien inició esa costumbre en Cuaresma: predicar con el ejemplo. Todos los obispos deberían hacer lo mismo. 

Sin paz interior no hay estabilidad política

Y ojo que del sacramento de la penitencia depende el futuro, no sólo de las almas (lo más importante) sino del mundo. Sí, también de la política. Recuerden: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón... y el perdón sin arrepentimiento de poco sirve. Ni para la paz interior ni, ojo, para la paz social, hoy conocida como estabilidad política.