La nueva persecución religiosa del Gobierno Sánchez, con Félix Bolaños como ministro de la Presidencia, comienza en el Valle de los Caídos y debe ser tomada muy en serio
Con más de 40 años de periodismo me he forjado una coraza del más repugnante cinismo en la que ya son pocas las cosas que me sorprenden. Y, sin embargo, aún le doy vueltas a la rueda de prensa del pasado martes 20 de julio, protagonizada por el nuevo ministro de la Presidencia, el hombre que acabó con Iván Redondo, es decir, Félix Bolaños, donde se presentó la Ley de Memoria histórica, perdón, Democrática, con parada y fonda en el Valle de los Caídos… por algo será.
Verán: aunque el secretario de Estado de Memoria Democrática, don Fernando Martínez López, no lo sepa, la cruz no es el símbolo del franquismo sino del cristianismo: símbolo, signo y señal. Lo es desde hace casi 2.000 años mientras que el franquismo se declaró en 1939.
Moncloa todavía no se atreve a decir en voz alta que pretenden derribar la cruz y convertirla en un monolito masónico
Digo esto porque revela la obsesión que el Sanchismo siente hacia la cruz del Valle de los Caídos que va a más. Chesterton distinguía entre el Oriente del círculo, cerrado sobre sí mismo, en un eterno y estéril revival, y la cruz de Occidente, abierta a los cuatro puntos cardinales. Por aquí van los tiros.
La Cruz del Valle de los Caídos resulta visible desde toda la sierra noroeste de Madrid. Y eso, a muchos les resulta insufrible. Una ofensa, señor mío, una ofensa. De este modo, a alguna cabeza revolucionaria se le ocurrió que, en lugar de derribar la cruz del Valle de los Caídos (esa horrible cruz, dijo doña Carmen Calvo, que viste en Loewe) se le podían quitar los brazos y convertirla en un monolito, uno de los grandes símbolos masónicos. Y no olviden un secreto a voces: la masonería es muy fuerte en España, no tienen más que ver las sucesivas ceremonias en homenaje a los muertos por covid… y la cruz de Cuelgamuros es odiada por muchos.
Pero el odio a la fe, la cristofobia, ha aflorado en todo su esplendor, al estilo de 1931, lo mismo que la obsesión de la izquierda por la profanación de cadáveres
Y ese odio, (eso sí que es odio y no los delitos de odio) nos indica que la nueva persecución religiosa comienza en la Valle de los Caídos y debe ser tomada muy en serio.
Por de pronto, la Iglesia, la jerarquía eclesiástica, debe impedir la expulsión de los benedictinos del Valle, la desacralización de la Basílica (más importante que expulsar a los benedictinos es que don Félix Bolaños expulsa al Santísimo) y la destrucción de la cruz, porque ahí empezará la nueva persecución contra los cristianos que, esta vez, podría contar con una quinta columna en el seno mismo de la Iglesia.
Moncloa todavía no se atreve a decir qué va a hacer con la cruz pero apunta maneras. Además, el odio a la fe, la cristofobia, ha aflorado en todo su esplendor en España, al estilo de 1931, lo mismo que la obsesión de la izquierda por la profanación de cadáveres. A fin de cuentas, el Valle de los Caídos es un cementerio cristiano donde se honra a los muertos rezando por ellos.
Primo de Rivera creó un fascismo a la española. No podía ser fascista porque era católico. Y con el apellido católico, sinceramente no me preocupa el sustantivo fascismo
Otro de los memorables anuncios del inefable Bolaños consiste en asegurar que los restos de José Antonio Primo de Rivera serán exhumados, como los de Franco. Por fascista, se supone. La verdad es que en eso tienen razón. Me explicó:
Primo de Rivera, por el que tampoco siento nostalgia, aunque su valentía pacífica me parezca admirable, creó un fascismo a la española. Vamos, que no podía ser fascista porque era católico. Y con el apellido católico, sinceramente no me preocupa mucho el sustantivo fascismo. Recuerden que el fascismo no es más que la deificación de la nación. Y Cristo es un Dios celoso, que no admite competencias en materia de amor. Es más, el primer elemento del patriotismo español es la fe en Cristo, porque España no se entiende sin su fe cristiana. Su unidad, tampoco. España sin la fe es como una paella sin arroz.
Toda la ley de memoria democrática no es otra cosa que el deseo de disfrazar la cristofobia con democracia e incluso con la hipocresía de la solidaridad con las víctimas del franquismo
Toda la ley de memoria democrática no es otra cosa que el deseo de disfrazar la cristofobia con democracia e incluso con la hipocresía de la solidaridad con las víctimas del franquismo.
La nueva persecución religiosa comienza en Cuelgamuros. Atentos a la jugada.