Decía Theodor Adorno el famoso filósofo que cuestionó la poesía después de las barbaries cometidas en el campo de exterminio nazi de Auschwitz, que el objetivo de la filosofía (o del periodismo) no puede ser la construcción de un gran sistema racional que todo lo abarque, sino que ha de esforzarse por la comprensión de lo más pequeño.

La prensa española, dispensen mi atrevimiento, es testigo ocular de diversos acontecimientos mundiales. No se niega a cubrir crisis, guerras, conflictos, cumbres y a estar donde se produce la noticia. Así emulamos a los enviados especiales y reporteros de medios anglosajones repartidos por el globo, que ganan por goleada. 

Tras la experiencia de compartir escenario y asiento en multitudinarias ruedas de prensa internacionales, el periodista del medio español se limita a asistir, escuchar y tomar notas. Casi nunca pregunta, a pesar de vivir actualmente el entorno geopolítico y económico más peligroso desde la II Guerra Mundial. Y no pregunta porque en numerosas ocasiones no se atreve a poner a nadie en apuros cuando puede sufrir represalias o se ve incapaz de formular una simple pregunta en otro idioma extranjero. Salvo excepciones...

La gran asignatura pendiente de nuestros líderes políticos y pequeños empresarios se extiende al sector prensa, cuyos reporteros acusan la falta de independencia cuando no la falta de idiomas. Y cuando dominan un idioma extranjero está el “miedo escénico”, el espanto de formular una pregunta que cause algún tipo de sensación en la sala, bien al interrogado bien entre la comunidad de asistentes mediáticos, por aparentar estar fuera de contexto. Por eso se recurre a los mini-encuentros, Press-Briefings o las declaraciones en pasillos donde allí pueden formular en la intimidad, sin apenas testigos, altavoces ni grabaciones.

Las preguntas españolas suelen -como se dice- “barrer para casa”, es decir arrimar la declaración hacia algún nexo puntual en España. El provincianismo de los medios y no pocos enviados especiales hace que rara vez se publiquen piezas con perspectivas de análisis global, porque en el fondo se desdeña las repercusiones de un hecho en Asia, Africa o Europa a no ser que afecte muy directamente a España.

Pero mejor que reporteros somos fotógrafos, algunos con reconocimiento internacional. Debe ser que a la imagen fija no habla y cuesta más manipular que a las líneas. 

La prensa española como muchos otros sectores se halla en permanente crisis, por mostrar tanto amor a los poderes. De ahí el periodismo que se cultiva. Antes, a base de becarios, hoy a base de “activistas” a sueldo para no poner en peligro las subvenciones gubernamentales como fuente de ingresos aunque pierda credibilidad. En algunos medios, suele cobrar mucho más un colaborador de cierto renombre con un par de columnas al mes que un redactor echando horas y horas de trabajo todas las semanas.

Con pocas excepciones, escaseaelreporterismo internacional. Mantener una red de corresponsales en el extranjero para la sección de Internacional sale caro, cuando pueden recurrir al “copiar y pegar” de las RRSS y las agencias de noticias “para rellenar hueco”. Y cuando los medios públicos sufragan esos equipos en el exterior , rara vez se distinguen fuera de las cortas piezas habituales para los telediarios. ¿Se entiende la falta de nivel? 

Además, se da la circunstancia que el periodismo ha pasado a ejercerse aparentemente no en las páginas de los diarios o espacios audiovisuales sino en las tertulias en las que predominan las disputas domésticas cuyos protagonistas acuden en calidad de experto en nada, porque tan pronto dan su reflexión hueca sobre Oriente Medio como sobre la DANA, el BCE, la IA, la guerra en Ucrania o el próximo Papa. 

Y cuando se pide opinión de un “experto” resulta ser de un carnet político muy determinado para orientar la tendencia ideológica predominante. La politización de las instituciones públicas ha infectado también hace tiempo al sector prensa. Lo malo, es que no hay visos de cambios y vuelta a la cordura deontológica. 

Si una ínfima parte del dinero corrompido o lo que invertimos en arrinconar y vilipendiar el español en favor de lenguas co-oficiales en determinadas CCAA se dedicara a la enseñanza fluida de idiomas extranjeros (incluida las reposición de películas en VO), tal vez nos desenvolveríamos de otro modo en foros internacionales, nos inquietaría la búsqueda de respuestas, el periodismo se desprendería de tanto provincianismo casposo y a lo mejor hasta  escalaríamos en el ranking de competitividad internacional como nación. Está claro que en democracia hemos optado en los últimos años por aborregar las redacciones y la sociedad, por claros intereses políticos. 

Este no es el caso siempre de unos vecinos hermanos. Los italianos, con los casi mismos estigmas que el periodista hispano, y sin embargo suelen preguntar aunque aburran, pero preguntan, aunque se deslice el marcado acento alpino y reinciden si cree no haber sido suficientemente contestado. 

Pocos convendrán conmigo, pero gracias a preguntas de inquietos periodistas y medios italianos casualmente no pocos acontecimientos en la historia contemporánea se han escrito como se ha escrito con acento italiano.

En la II Guerra Mundial y el desembarco en Normandía (1945), cubierto por grandes reporteros anglosajones, pero destacó el papel de la periodista italiana Oriana Fallaci quien fue considerada  una de las primeras corresponsales de guerra más importantes e intrépidas de la historia italiana que cubrió la contienda mundial desde una perspectiva única y abrió la conciencia europea en otros muchos conflictos globales posteriores.  

En la crisis de los misiles de Cuba (1962): Periodistas italianos, como parte de la prensa internacional, habrían preguntado intensamente en las distintas ruedas de prensa de la Casa Blanca y el Kremlin por la confrontación y el riesgo de guerra nuclear que nos abocó a un milímetro del enfrentamiento mundial entre EEUU y la antigua URSS.

En las Guerras de la ex-Yugoslavia (1990s): Dada la proximidad geográfica, los reporteros italianos, como no podía ser de otro modo, jugaron un papel crucial en la cobertura de estos conflictos como fue el caso de Ilaria Alpi, asesinada posteriormente en Somalia en 1994. Las preguntas en las conferencias de prensa a líderes balcánicos, representantes internacionales y refugiados ayudaron a dar forma a la opinión pública europea y en especial la italiana, sobre la crudeza de la guerra y la  crisis humanitaria de los Balcanes.

Caída del Muro de Berlín (1989): El 9 de noviembre de 1989, el corresponsal de la agencia italiana Ansa, Riccardo Ehrman, acudió a una rueda de prensa convocada por el portavoz del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), Günter Schabowski, en Berlín Este. Tras incidir en varias cuestiones, fue el primero en formular abiertamente la última pregunta decisiva que precipitó la  caída del muro y la apertura de las fronteras inter-alemanas con la entrada en vigor inmediata de las medidas anunciadas por el régimen comunista.  Dicen las crónicas que sólo dos de los periodistas asistentes acudieron urgentemente a telefonear a sus redacciones centrales una de ellas en Roma  para dar cuenta de la inaudita respuesta y apertura de la frontera en el país comunista. Casado con una española, a Riccardo hay que agradecerle que estuviera en un sitio aburrido pero en un momento crucial en la historia del viejo continente. 

La invasión de Rusia en Ucrania: el periodista Lorenzo Tondo aunque trabajara para un medio británico (The Guardian) ha recibido cierto galardón internacional por su cobertura tanto en la invasión ucraniana como en el conflicto entre Israel y Palestina. Stefania Battistini  y su equipo de la RAI fueron los primeros corresponsales de guerra extranjeros expulsados de Rusia por orden de Putin por su cobertura en la región de Kursk que tanto irritó al Kremlin. 

Como diría un reportero italiano en alusión a la mafia italiana, hay que esperar que “después de la corrupción (de Sánchez) vuelva la democracia a España y el periodismo recupere el cuarto poder”. La memoria es la única que nos puede liberar el futuro

La reciente visita de Giorgia Meloni a Donald Trump (2025) en Washington: Fue también una pregunta de un reportero italiano, en italiano, al mandatario noprteamericano: si “los europeos son unos parásitos”, lo que provocó un cambio protocolario y la intervención urgente de la política italiana para zanjar el azoramiento de la intérprete resumiendo al presidente sus declaraciones tras detectar que no había entendido nada salvo “unas bellas palabras en italiano” . 

Como diría un reportero italiano en alusión a la mafia italiana, hay que esperar que “después de la corrupción (de Sánchez) vuelva la democracia a España y el periodismo recupere el cuarto poder”. La memoria es la única que nos puede liberar el futuro.