Libros recomendados
El panorama geopolítico mundial se calienta y en Europa, además, se tensa por sus fronteras. Polonia parece ser el nuevo punto de atención. Y aunque no ha sido el único, como bien conocemos por España e Italia, el comportamiento y la actitud solidaria de la Comunidad Europea ha sido bien distinta.
No hablaremos de los desembarcos de pateras procedentes de África con millares de hombres, mujeres y niños en el límite de la subsistencia, porque de esto y sus causas todos estamos más que familiarizados. No hablaremos, no porque no nos preocupe o ya no suceda, sino porque la situación en la línea fronteriza de Polonia con Bielorrusia manda en la actualidad y además, no solo afecta de manera local como sucede en nuestro país, sino porque en realidad esta maniobra es lo que se ha venido a llamar guerra híbrida porque afecta de manera importante en diferentes puntos neurálgicos europeos. No es sólo un problema de tránsito humano legal o no, sino que tras la presión humanitaria de la presencia mísera de miles de almas con la que los estados juegan, hay una apuesta de poder internacional.
La situación en la línea fronteriza de Polonia con Bielorrusia no es sólo un problema de tránsito humano legal o no, sino que, tras la presión humanitaria de la presencia mísera de miles de almas con la que los estados juegan hay una apuesta de poder internacional
Aunque llevamos semanas viendo qué sucede allí, todo esto viene de lejos. Es la consecuencia de que cuando dictador como Aleksander Lukashenko lleva en el poder desde 1994 y se empodera en su corrupción, lo único que sabe hacer es utilizar a las personas, ya sea para auparse en el poder personal o para hacerlo en contra de la autoridad ajena. Todo comenzó a eclosionar definitivamente en las últimas elecciones democráticas, el 24 de mayo de 2020, que fueron raras y opacas. Para empezar por la limpieza previa de los contrincantes políticos y del pueblo bielorruso, maniobra con la que consiguió que terminaran hablando bien del presidente reelecto hasta los partidos de la oposición.
A todo esto, Putin, muy demócrata él, expresó: «¿Y cómo es que no acudieron? Eso nos hace pensar que ya se tenía preparada una postura sobre los resultados de esas elecciones. Por eso, si algunos pueden cuestionar los resultados, yo tengo todos los motivos para dudar de que aquellos que los cuestionan, sean absolutamente honestos». Dijo esto señalando claramente a los países que no enviaron medios de comunicación ya sea como observadores o sencillamente para cubrir la jornada electoral. Lógicamente, con estas afirmaciones bendecía los resultados de su socio en el Este.
Europa, una de las mecas de la sacro socialdemocracia institucionalizada, no tardó en cargar con sanciones a ciertos intereses económicos bielorrusos con inversiones en países europeos. También lo hicieron Estonia, Lituania y Eslovaquia. Y por fin los Estados Unidos, Inglaterra y Canadá cargaron las tintas, colocando a Lukashenko en una situación muy difícil. Difícil no solo para él, porque la llave del gas que alimenta a los países de Europa -prácticamente todos excepto España que lo trae de Argelia- la tiene él, que es un incondicional de Putin. Indudablemente, Rusia no permite llegar a esa situación porque es una baza que se guarda para sí misma, digamos que es la carta en la manga, que Europa sabe que tiene y están como en el chiste del paciente que sonrientemente amenaza al dentista: «¿No nos haremos daño, verdad?».
A Aleksander Lukashenko solo le quedaba la opción que ya han utilizado Turquía y Marruecos: usar a masas de menesterosos y crear un estado de alarma social a través de inmigraciones masivas y aparentemente descontroladas. El propio Aleksander se encargó de provocar el reclamo en los países de origen como Oriente próximo, el Kurdistán Iraquí, Congo y Camerún, fletando viajes chárter con hasta 400 pasajeros con la promesa de llevarles hasta las fronteras europeas para mejorar sus vidas. Es exactamente el mismo señuelo que las mafias utilizan en otros países, que hacen con la complacencia de ciertas ONG sufragadas por algunos neoliberales con intereses cruzados.
Y ahí está Polonia, con 15.000 efectivos de su ejército controlando responsablemente las fronteras que le corresponden y que defienden por derecho, no como hacemos en España que sólo en lo que llevamos de 2021 han entrado por vía marítima más de 19.000 personas entre las Islas Canarias, Baleares y la costa de nuestra península
Y ahí está Polonia, con 15.000 efectivos de su ejército controlando responsablemente las fronteras que le corresponden y que defienden por derecho, no como hacemos en España que sólo en lo que llevamos de 2021 han entrado por vía marítima más de 19.000 personas entre las Islas Canarias, Baleares y la costa de nuestra península, donde les damos mantas, galletas y, si son menores, el mantenimiento económico que no tienen muchos jubilados y, en algunos casos, añadiendo el riesgo de violencia callejera.
Europa está en una encerrona porque no ha sabido poner los límites a la inmigración ilegal que todos los dirigentes han permitido menos Andrzej Duda en Polonia y Viktor Orbán en Hungría, por cierto ambos con sólidos principios cristianos, lo que demuestra que la formación en la fe y las convicciones con fundamentos, permiten hacer políticas en defensa de tu país, fomentar el bien común y huir de las tácticas buenistas, verdadero cáncer del posmodernismo.
El espejismo multilateral (Almuzara) de Javier Rupérez. El autor une a su excepcional experiencia política y profesional una aguda y rara capacidad de análisis, nos ofrece la narración de su vivencia en las Naciones Unidas como inspiración para reflexionar sobre lo que de verdadero y falso existe en la prédica multilateral.
Neoliberaliso reset (Sekotia) de Alfonso Zurita Borbón. La tesis del autor es potente y arriesgada a la vez. Se trata de un estudio sobre cómo las políticas globalistas económicas y financieras están a punto de cambiar lo que durante más de 50 años ha marcado la ruta económica globalista… ¿Hacia a dónde vamos?
Crisis global. El fin de una era (Esaveprint) de Manuel Galiana. Era 2007 cuando el autor autopublicó este ensayo apocalíptico. Hoy muchos le darían la razón. Dice el autor: «El calentamiento global, entre otros efectos, favorecerá la aparición de enfermedades; la energía a partir de elementos fósiles es cara y, además, quedan pocos; ls llegada masiva de inmigrantes a Europa será un problema, sobre todo en Europa, agravado por la crisis económica y los conflictos están muy relacionados con las diferencias entre zonas ricas y pobres».