¿Por qué los españoles soportan lo que un presidente como Pedro Sánchez hace: mentir, manipular, usar las instituciones a su favor personal, saltarse la constitución, estar rodeado de corrupción en sus círculos concéntricos como su familia, el gobierno, su partido y, finalmente, arruinar al país? Cada vez más españoles se lo preguntan, excepto Tezanos, que sigue recocinando los datos del CIS con el falso éxito de PSOE. Es hora de preguntarnos por qué tantas personas ignoran verdades evidentes, incluso cuando los hechos se muestran contundentes. O peor aún, ¿por qué ante decisiones políticas que claramente dañan a todos, estos políticos siguen recibiendo apoyo masivo?

Este no es un fenómeno aislado ni un simple error de juicio. Es una manipulación de la realidad a través de la técnica de comunicación denomina relato, y cuyas tácticas y estrategias se explican en el libro de Luis María FerrándezLa fuerza del relato, al que  Ana Samboal tuvo la oportunidad de entrevistar. Hemos visto sociedades enteras caer en trampas de desinformación, aceptar líderes autoritarios y apoyar políticas que van en contra de sus propios intereses. Ante esto, las preguntas se amontonan: ¿Por qué la gente prefiere creer en falsedades antes que aceptar la verdad? ¿Qué nos lleva a seguir a líderes o movimientos destructivos sin cuestionarlos? ¿Cómo es posible que sociedades enteras participen en su propia autodestrucción?

Para responder a estas preguntas, es necesario mirar al pasado y entender las raíces de este comportamiento. Dietrich Bonhoeffer, un teólogo y pastor alemán, que luchó activamente contra el nazismo, dedicó su vida a analizar este fenómeno. Bonhoeffer fue testigo de cómo la Alemania de los grandes filósofos y artistas se transformó en un régimen de obediencia ciega, manipulado por la propaganda y el miedo. Millones de personas aceptaron sin cuestionar un sistema que las llevó a la guerra, el odio y la destrucción. Como consecuencia de todo ese escenario desarrollo la Teoría de la estupidez.

Lógicamente, también como ahora, la disidencia intelectual era la más peligrosa y Bonhoeffer fue encarcelado por cuestionar peligrosamente el régimen nazi. Durante esta etapa de su vida, en 1943, escribió: «el mayor peligro para la humanidad no es la maldad, sino la estupidez». A diferencia de lo que podríamos pensar, la estupidez a la que se refería no es por falta de inteligencia, sino a cierta condición colectiva que se activa en circunstancias específicas. Las señales que muestran la estupidez colectiva que nos llevan al desastre, se muestra cuando las personas quedan atrapadas en ideologías, cuando renuncian al pensamiento crítico o cuando la presión social las empuja a aceptar dogmas sin cuestionarlos. Entonces sí, es cuando la estupidez se convierte en una fuerza imparable.

Pero, ¿qué entendía realmente Bonhoeffer por estupidez? Para él, la respuesta no radicaba únicamente en la propaganda o la represión, sino en un fenómeno aún más profundo. De hecho, puede encontrarse incluso en personas con altos niveles académicos porque la clave no es el coeficiente intelectual, sino la disposición o no, a cuestionarse el mundo que les rodea. El eje de la teoría de Dietrich Bonhoeffer, es que la estupidez se manifiesta especialmente en sociedades donde el miedo y la propaganda han debilitado el pensamiento crítico. Cuando la gente renuncia a su autonomía mental y permite que otros piensen por ellos -sean líderes políticos, figuras religiosas o mayorías sociales-, se vuelven vulnerables a las mentiras y a las manipulaciones más absurdas. La difusión de noticias falsas, o el silenciamiento de otras verdaderas, con las que se brinda apoyo incondicional al amado líder y, así, la estupidez colectiva moldea el mundo en que vivimos. 

Las señales que muestran la estupidez colectiva que nos llevan al desastre, se muestra cuando las personas quedan atrapadas en ideologías, cuando renuncian al pensamiento crítico o cuando la presión social las empuja a aceptar dogmas sin cuestionarlos. Entonces sí, es cuando la estupidez se convierte en una fuerza imparable

Pero Bonhoeffer no ha sido el único que ha tratado esta enfermedad social tan infecciosa. Personajes como por ejemplo Ricardo Moreno CastilloG. K. ChestertonErasmo Rotterdam lo han hecho, entre otros muchos, y por las fechas que los distancia, se ve que no hay una etapa de la historia que no tuviera una plaga de estupidez. También, más recientemente, Jano García, en su ensayo El triunfo de la estupidez, se hace preguntas incómodas ante el espectáculo deleznable de los votantes que sostienen a Sánchez en la Moncloa y que siguen emperrados en hacerlo por miedo a algo que no sea Sánchez.  Un ensayo que profundiza y trata de dar razón de cómo la mediocridad ha conquistado el poder desde el relato sobre la igualdad, la justicia social, la multiculturalidad o la solidaridad intergeneracional.

Los autores que ensayan sobre la estupidez humana, advierten que se trata de una desgracia que puede repetirse en cualquier sociedad que admita el conformismo y la obediencia sin ningún juicio crítico y les cieguen la razón. Históricamente, hemos visto que los regímenes totalitarios han sabido aprovechar esta debilidad humana. Tanto el nazismo o el fascismo, como el comunismo, lograron pueblos casi estúpidos por completos. Pero solo el comunismo ha perpetuado la especie porque, curiosamente, solo de esta ideología perversa quedan reductos en el globo terráqueo. Debiéramos preguntarnos, ¿es el socialismo comunista, un experto en la creación de sociedades e individuos estúpidos?

Hoy, desde las democracias liberales, polarizadas y enfrentadas, el patrón se repite: las masas atrapadas en las ideologías progresistas, impuestas desde un relato pre configurado y una buena lluvia de cientos de miles de euros públicos a ciertos medios de comunicación, hacen que los ciudadanos terminen actuando sin cuestionarse hacia dónde van, hacia dónde nos llevan. Lo más preocupante es que la gente estúpida no se da cuenta de que lo es. De hecho, a menudo creen que tienen razón y defienden sus opiniones con más agresividad todavía. Por eso Bonhoeffer hizo una aportación más importante si cabe cuando determinó que a la estupidez es más difícil de combatir que la maldad. Una persona malvada sabe que está haciendo daño, pero una persona estúpida cree que está actuando correctamente. Es decir, la estupidez puede llevar a acciones aún más destructivas que la maldad misma.

Según el psicólogo Giorgio Nardone, la estupidez no existe en la naturaleza, no es un defecto biológico. La estupidez es un producto enteramente humano, pero representa el mayor peligro para la humanidad, un virus taimado al que nadie es inmune. Y, ¿cuál es el origen de esta actitud? ¿Qué consecuencias tiene en la vida diaria? Esto es lo que estudia en su libro La estupidez estratégica. Cómo construir éxitos fallidos o evitar hacerlo, desde donde nos conduce al descubrimiento de los mecanismos de la estupidez y nos sugiere antídotos eficaces para protegernos de sus trampas y convivir con ella de la manera más funcional posible. Y Nardone, como buen terapeuta, sugiere que nada es del todo malo y todo puede ser útil: incluso la estupidez. Por nuestro bien, debiéramos saber aprovechar esta fuerza humana en auge.