Recuerden el viejo chiste del cura bilbaíno que predicaba a sus feligreses acerca de la humildad:

-Recordad hermanos, la humildad de Jesús, que siendo hijo de Dios, quiso nacer en Belén... ¡cuando podía haber nacido en Bilbao!  

La pregunta de Judas (Jn 14, 21), no el Iscariote, sino Judas Tadeo tiene su enjundia: ¿Por qué te manifiestas a nosotros y no al mundo? 

La respuesta de Cristo parece una evasiva incomprensible pero, una vez más, sólo es la forma en que Dios puede introducir en la mollera humana las realidades divinas: "Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".

Cristo no busca a la humanidad sino al hombre. Por eso, su extraño modelo propagandístico: se encarnó en un rincón perdido del Imperio romano

Primero el amor, luego la fe, no al revés. 

Y es así como hay que entender el silencio de Dios, la marca del mundo contemporáneo. Toda la modernidad está marcada por dos tipos de ateísmo: el del que odia a Dios y el del que busca a Dios. El primero es demoniaco: no hay nadie con más fe que los espíritus inmundos: ellos saben que existe Dios pero yo no diría que le amen mucho.

Luego está el hombre que honradamente busca a Dios y no lo encuentra. Y no duden que le encontrará más pronto que tarde, pero no estudiando filosofía y teología, sino cumpliendo la ley natural. Por de pronto, amando a la parienta, a la que sí ve, incluso sufre, todos los días. Esto es, el que cumple la ley natural está amando a Dios así que, antes que tarde, "mi padre le amará, vendremos a él y haremos morada en él".

Traducido: no es que el cristiano sea bueno por ser cristiano, aunque debería serlo, es que si usted es una buena persona acabará siendo cristiano y acabará amando a Dios... porque será amado por Dios.

Por tanto, para tener fe, hay que amar y el primer amor es la gratitud por estar vivos, una vida que nos ha sido dada sin que sepamos cómo y sin habernos pedido permiso para ello. 

Ahí viene la primera reacción del amor: o se acepta la vida con la humildad, y gratitud, que pregonaba el cura de Bilbao o nos plantamos en jarras ante el Creador asegurando que nosotros no le habíamos pedido venir a este mundo y que no le debemos nada.   

Una de dos: o se acepta con gratitud la vida que se nos ha dado o nos plantamos en jarras ante el Creador y le espetamos que nosotros no le habíamos pedido venir a este mundo. De esto, que no de Putin, depende el futuro de la humanidad

Otrosí: a Cristo no le gustan los sistemas de comunicación de masas, ni las campañas de publicidad, ni los asesores de imagen, no le gusta nada el mundo de la comunicación. Se hizo hombre anonadándose en una miserable colonia del Imperio romano. Otro 'dios', como dios manda, lo hubiera hecho frente al Senado romano tras una campaña política y de imagen para ser emperador. Habría contratado a Iván Redondo para su manifestación a la humanidad.

Pero el verdadero Dios no. Al verdadero Dios no le agrada la humanidad sino el hombre, cada hombre. Nos considera uno a uno y busca el amor (la caridad) de la criatura agradecida, antes que su fe. Es cierto que no se puede amar lo que no se conoce, pero también lo es que el hombre no puede conocer a Dios, le viene largo. Sólo pueda avanzar en ese conocimiento a partir del amor.

Y todo esto se resume en la frase, genial, de Chesterton: la primera forma de pensamiento es el agradecimiento.