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El castillo de naipes a la medida del progresismo global mundial se tambalea delante de sus propias narices y ven que apenas pueden hacer nada. La sociedad se rebela porque la libertad que la democracia y ciertas organizaciones supra-internacionales, que nadie ha elegido, deciden sobre cómo debemos vivir la vida, de forma implacable e inimputable y la libertad prometida se la están robando desde la misma democracia.
Efectivamente, desde los años 90 del siglo pasado, los globalistas del NOM pasaron a la acción directa para moldear a la sociedad a su manera con el fin de alcanzar el máximo control sobre la población. Entonces, una visión perversa y neomaltusiana se cernió sobre Occidente: menos hijos, más aborto, políticas de género promocionando a los movimientos LGTB y la transexualidad, feminismo salvaje para dividir al hombre y a la mujer, destrucción de la familia. Formalizaron escalonadamente diversas roturas financieras para empobrecer a las sociedades ricas dinamitando a la clase media, admitir crisis sanitarias manipuladoras y provocar con políticas aparentemente fallidas con la ayuda subvencionada de las mafias de trata de personas, el efecto llamada dirigido a la inmigración con el fin de diluir de una vez por todas la cultura cristiana que consolida de forma solidaria a los pueblos, incitando a la sustitución de un estilo de vida asentado a lo largo de siglos de convivencia.
La libertad prometida se la están robando desde la misma democracia
Al final han saturado el sentido común de las personas, incluso de los que pensaban antes como ellos. Aberraciones, perversiones y cancelaciones, nos llevan a todos de cabeza. Las personas sólo desean trabajar, disfrutar de la familia, de la vida pacíficamente y el descanso que les corresponde por justicia. Pero nada de esto es posible porque el trabajo y los sueldos son deficientes; la voracidad fiscal opresiva; la intervención constante en el ámbito laboral, social y familiar, hace de la vida algo desesperante. Dividen a la sociedad con decenas de chismes woke y estamos crispados todos contra todos por una razón u otra. El gran conejo de la chistera es la tan traída y llevada sociedad del bienestar, con la que nos quieren callar, pero que no crece desde hace años porque todo el espolio fiscal se deriva al gasto público y político.
América, confinada políticamente durante décadas por el Grupo de Puebla y Europa, con la sociedad del bienestar liberal, despótico y asfixiante, han conseguido que desde las redes sociales que no pueden controlar, se organice la sociedad civil en nuevos partidos, plataformas cívicas y pensadores que dan una salida airosa a la humanidad, sometida desde las instituciones públicas, financieras y los organismos supranacionales como la ONU, el FMI, la OMS y algunos más.
Veamos qué sucede en América, donde están resurgiendo de las cenizas de las sociedades progresistas, y lo están haciendo con un éxito patente. Argentina con Javier Milei, El Salvador con Nayib Bukele, Costa Rica con Rodrigo Chaves, Guatemala con Bernardo Arévalo, en Estados Unidos con Donald Trump, se han convertido en el faro que da luz a la salida. Además, pronto llegan las elecciones para Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras, donde se prevé un cambio de signo político importante. Mientras, que se quedan cada vez más solos Gustavo Petro, Claudia Seinbahum, Nicolás Maduro, Díaz-Canel y Daniel Ortega. Un panorama que se acentúa con la reciente dimisión de Justin Trudeau, otro progresista que ha hecho de Canadá un país dinamitado económica y socialmente, y que la división de su partido pone en bandeja a Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador de Canadá, la posible presidencia en un futuro cercano. Parece que América se tiñe de azul y lo hace con fuerza.
Los globalistas del NOM pasaron a la acción directa para moldear a la sociedad a su manera con el fin de alcanzar el máximo control sobre la población: menos hijos, más aborto, políticas de género promocionando a los movimientos LGTB y la transexualidad, feminismo salvaje para dividir al hombre y a la mujer, destrucción de la familia
En Europa pasa lo mismo. La Europa progresista y bipartidista, cortijo del Partido Popular Europeo y Partido Socialista, parece que van de cabeza. Año a año, los europeos están volviendo al conservadursimo. Italia, Bélgica, Hungría y Polonia, al que Andrzej Duda robó las elecciones a los conservadores al estilo progre, ya sabe, llegando a acuerdos con otros partidos, aunque sea traicionando sus principios, lo que demuestra que no eran principios, claro, que solo están en la política por el poder. Pero el cambio crece, porque recientemente Rumanía vota conservador y Austria también, y parece que Checoslovaquia va por la misma senda, como Francia y Alemania.
Pero, ¿por qué todo esto? Quizá porque el control de masas lleva a la percepción de falta de libertad. Quizá porque los que quieren manejar a los ciudadanos lo hacen con agendas climáticas, incentivando el miedo a vivir. O porque las élites políticas y financieras como el Foro de Davos pretenden tener el control de los movimientos financieros de los ciudadanos, conociendo dónde y cuánto gastan a través del euro digital, incluso impidiendo que gasten, como un castigo o medio de coacción. O porque los planes con los que pretenden encerrarte en las famosas ciudades de 15 minutos (algún día hablaremos de esto). O porque no puedes dejar de ver cómo la industria desaparece del país. La ganadería y la agricultura se arruinan por una burocracia agotadora llena de pagos y licencias que acaban con este modo de vida. También puede ser porque descubres que los políticos tienen sueldos millonarios con dietas que no cotizan, mientras sablean a los ciudadanos con impuestos por todo y multan a los autónomos por un ticket de gasolina. O cuando ante una pandemia artificial te encierran en tu domicilio y descubres años después de que nada de lo que te obligaron a hacer, ni era legal, ni servía para nada, como se concluye el demoledor informe de EEUU sobre las decisiones equivocadas de la pandemia… Quizá la sociedad se ha dado cuenta de que le han traído a un lugar que no le gusta. ¡Quizá!
Y ante este horizonte, cabe preguntarse qué presidente progresista será el próximo en dimitir o perder unas elecciones: Scholz, Macron, Starmer o Pedro Sánchez…
La era del globalismo (Siglo XXI Editores) Octavio Ianni. Aunque el libro tiene fecha de 2004, es interesante porque entonces, recién salidos de los años 90, el inicio de la era del globalismo, ya presentaba choques, contradicciones e incoherencias en la gestión de macerar a Occidente. Aparecen de forma imperante estructuras globales de poder. Surge y se instala el nuevo racismo, entra en crisis lo social a escala mundial y la soberanía nacional se diluye, cediendo espacio y fronteras a los grandes bloques mundiales, especialmente Europa. Un libro que nos lleva de regreso al futuro.
Posglobalismo (Sekotia) Rais Busom. Atentos a este libro, porque trae aire fresco y una gran cantidad de análisis, reflexiones y planteamientos de lo que la era globalista nos deja y de cómo afrontar el futuro que no puede ser nada más que un posglobalismo constructor, especialmente en las ideologías y las, vamos a llamar religiones, que se han impuesto desde las élites desde un cientificismo de ficción para la manipulación de las personas allá donde se encuentren.
La traición progresista (Península) Alejo Schapire. El autor, periodista argentino afincado en Francia, tiene la lucidez y la valentía para descubrir y señalar los desvíos de la izquierda socialdemócrata en un ensayo tan documentado como audaz. El análisis de la situación actual alerta sobre la tentación totalitaria y el relativismo cultural que acechan desde el progresismo biempensante, pero que también tienen su correlato en el auge del populismo nacionalista y en la derecha.