Los españoles vivieron un proceso de acoplamiento de fuerzas ideológicas en la transición hacia la democracia, donde ciertos actores fueron imprescindibles. Sin embargo, más de cuarenta años después, esta democracia está siendo dañada por la falta de sentido patriótico, servicio y generosidad política, especialmente por aquellos que desfilan en partidos denominados socialdemócratas, incluidos la izquierda y la derecha sociológica, así como los independentistas. Estos grupos no buscan el bien común, sino la fragmentación social y la polarización de las ideas, conscientes de que una sociedad debilitada como la española, reporta réditos en las urnas, siendo una estrategia manipuladora y de muy baja calidad democrática.

Quizá, sea necesario mirar hacia atrás, al retrovisor de la historia reciente, para comprender la democracia surgida en España con la Constitución de 1978. Analicemos, aunque de manera somera, a tres de los pensadores más relevantes del tránsito del franquismo a la democracia, se puede poner en perspectiva lo acontecido.

Torcuato Fernández-Miranda (1915-1980), tecnócrata conservador y reformista, fue una pieza clave en la Transición española. Cercano al rey Juan Carlos I y exministro franquista, desempeñó un papel esencial en la necesaria reforma política. Su estrategia de "de la ley a la ley" facilitó la legalización de partidos políticos y la convocatoria de elecciones democráticas sin alterar el marco legal vigente. Su influencia fue imprescindible para guiar a la sociedad hacia un camino común. Entre otros logros, diseñó la Ley para la Reforma Política de 1976, el punto de partida de la Transición. Además, fue mentor de Adolfo Suárez, clave en su elección como presidente del Gobierno. Su pragmatismo permitió que la derecha franquista aceptara la democracia sin una ruptura traumática.

Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), también conservador, pero este reformista, fue una de las figuras más importantes de la derecha española. Durante el franquismo, fue ministro de Información y Turismo y promovió cierta apertura del régimen. Tras la muerte de Franco, fundó Alianza Popular, el embrión del actual Partido Popular. Su influencia como político y pensador fue fundamental para la sociedad española, redactando leyes aperturistas como la Ley de Prensa de 1966 y defendiendo un modelo unitario de Estado en la Constitución de 1978. Como presidente de Galicia (1990-2005), consolidó un modelo de autonomía con un marcado carácter españolista.

La tercera figura fundamental fue Gregorio Peces-Barba (1938-2012), un socialdemócrata de espíritu constitucionalista. Abogado y catedrático de Derecho, fue uno de los siete ponentes de la Constitución de 1978, representando al PSOE. Su pensamiento se centró en la defensa del Estado de derecho, los derechos fundamentales y el papel de la monarquía parlamentaria. Fue un firme defensor del pacto constitucional y de la moderación política. Su trabajo en la elaboración de los derechos fundamentales de la Constitución y su impulso al Estado del bienestar proveniente de los últimos años del franquismo fueron cruciales. Como presidente del Congreso (1982-1986), dejó un legado cultural importante, promoviendo valores democráticos y derechos humanos.

Estos tres personajes representaron diferentes sectores en la consolidación de la democracia española. Juntos, contribuyeron a que España pasara sin grandes conflictos de una dictadura a una democracia parlamentaria, asegurando estabilidad política durante las décadas posteriores, al menos hasta la llegada de Pedro Sánchez, quien ha abierto una nueva etapa de deconstrucción democrática desde las instituciones.

Desde el gobierno de Rodríguez Zapatero, existe una creciente polarización que pone en riesgo los principios fundamentales que la sostuvieron: la unidad nacional, el Estado de derecho y el respeto a la alternancia democrática

Hoy en día, sin embargo, la democracia de 1978 está siendo erosionada desde dentro, no por un golpe de fuerza, sino por cambios progresivos que desdibujan sus pilares. Sin una reacción firme desde la sociedad y los partidos que defienden el legado de la Transición, España corre el riesgo de una deriva institucional que podría hacer irreversible la crisis democrática actual.

Y es que hay señales claras de que los consensos que hicieron posible la democracia de 1978 están siendo socavados. La Transición se basó en el pacto entre fuerzas políticas opuestas, pero desde el gobierno de Rodríguez Zapatero, existe una creciente polarización que pone en riesgo los principios fundamentales que la sostuvieron: la unidad nacional, el Estado de derecho y el respeto a la alternancia democrática.

La fragmentación política y el populismo han irrumpido en algunos partidos, que rechazan el espíritu de consenso, debilitando el bipartidismo y dificultando la gobernabilidad. Esto se logra a golpe de intercambios de votos por intereses personales o partidistas, abandonando el objetivo principal: la consolidación del bien común. La mala praxis política por intereses personales ha deslegitimado a las instituciones, con el uso partidista de organismos clave como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, el Tribunal de Cuentas o el CIS. Esto ha minado la confianza de la independencia del Estado.

Pero no solo las instituciones han sido manipuladas. También se ha trivializado la convivencia de los españoles, con ataques al modelo territorial y concesiones a partidos independentistas que ponen en riesgo la cohesión nacional, como la Ley de Amnistía. Esta situación lleva a la relativización del Estado de derecho, con reformas que benefician sólo a los políticos, como la reforma del delito de malversación.

Los principales responsables de esta erosión son aquellos gobiernos que han roto el consenso de la Transición. El PSOE de Pedro Sánchez ha adoptado una estrategia para mantenerse en el poder, pasando de ser un pilar del sistema de 1978 a pactar con fuerzas que buscan desmantelarlo, como ERC y Bildu. Sin duda, Gregorio Peces-Barba está más que olvidado, ninguneado y despreciada su memoria.

También se ha trivializado la convivencia de los españoles, con ataques al modelo territorial y concesiones a partidos independentistas que ponen en riesgo la cohesión nacional, como la Ley de Amnistía. Esta situación lleva a la relativización del Estado de derecho, con reformas que benefician sólo a los políticos, como la reforma del delito de malversación

Además, la alternancia de poder ha sufrido con el debilitamiento de la derecha tradicional, representada por el PP, partido fundado por Manuel Fraga. Fue Mariano Rajoy, con el incumplimiento de sus promesas electorales y el asentamiento del zapaterismo, lo que dividieron al electorado, dando lugar al nacimiento de Vox, que refleja una derecha tradicional que el PP ha perdido. Esto explica por qué Alberto Núñez Feijóo enfrenta dificultades para ofrecer una respuesta clara sin caer en la polarización excesiva. Hoy en día, el PP está muy lejos del espíritu fundacional de Fraga, convertido en un partido socialdemócrata que compite espacio político con el PSOE y votan conjuntamente en Bruselas.

El guionista de la Transición (Plaza & Janés), de Juan Fernández-Miranda. Este libro viene a llenar un injusto silencio acerca de otro protagonista esencial de este reparto. Suya fue la responsabilidad de educar al joven príncipe desde 1960 y de diseñar un plan que le condujera a la corona, sorteando los obstáculos políticos que inevitablemente surgieron en su camino. En definitiva, se trata de la primera biografía dedicada a Torcuato Fernández-Miranda, figura imprescindible de la Transición.

Manuel Fraga, una biografía intelectual (Sekotia), de Jesús Trillo-Figueroa. La obra del arquitecto del centroderecha: una huella indeleble en la historia política de España. En esta obra, el autor revela la coherencia y los principios subyacentes en el legado de Fraga, quien siempre priorizó el realismo político y los valores fundamentales sobre las ideologías. Con un enfoque histórico-crítico, el libro examina su papel crucial en la política española del siglo xx.

La España civil (Galaxia Gutemberg), de Gregorio Peces-Barba. La propuesta de este libro es la de recoger el imaginario del autor, de donde se inspiraba y pretendía ver el reflejo del espejo en el que se miraba: Ortega, Azaña o Fernando de los Ríos, en los que el autor cifra su patriotismo más profundo en la vida en común, a partir de los valores democráticos y Constitución y las leyes. Conocer las fuentes de un pensador es conocer de este mucho más de lo que imaginamos.