En su día, Diario de Mallorca publicaba que la mitad de los internos en el centro de menores de es Pinaret eran mayores de 18 años: chicos de hasta 22 años y con un largo historial de delitos con adolescentes de 14 y 15 años. Lo que en su día era excepcional se ha convertido ahora en el día a día de un centro en el que el trabajo de los educadores es cada día más difícil por el perfil de unos internos no sólo de más edad, sino también más violentos.

Ahora, este centro de internamiento sigue acogiendo menores que delinquen, pero además, en la actualidad, cuentan con privilegios especiales. Lo explica el Jefe de Sucesos de Última Hora, Julio Bastida.

 

Todo esto nos lleva a una cuestión que ya hemos planteado en varias ocasiones en Hispanidad. El modelo de acogida de Fernando Grande-Marlaska no funciona. Esos inmigrantes a los que hay que ayudar en origen, son los mismos a los que el ministro del Interior abandona en las calles de Madrid y Barcelona... y que se las apañen como puedan. Ellos y los españoles.

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Sí, es cierto, al inmigrante que huye de la miseria hay que recibirle con los brazos abiertos: son, en efecto, nuestros  "hermanos migrantes". Ahora bien hay que tomarse la molestia y el coste de atenderlos, es decir de integrarlos. Y toda integración conlleva educación y ya saben: quien bien te quiere te hará llorar. Traducido: hay que acoger al inmigrante y, atención, exigirle que respeta al país que le acoge.

Y a los menores que entran no hay que darles dinero: hay que darles ocupación. Lo que ocurre es que integrar es muy caro. Y si no les puedes integrar no les dejes entrar.