El Sábado Santo siempre se ha vivido como la fiesta del Silencio de Dios. La mejor excusa para no creer es ese silencio de un Dios que calla ante el dolor creciente de la humanidad. La verdad es que no calla ante tanto dolor sino ante tanta aberración. 

¿Y por qué calla? Porque El Creador jamás violenta a la creatura. Recuerden a santa Teresa de Ávila, cuando se quejaba al Señor de que no le concedía sus deseos: "Yo quería, Teresa, pero los hombres no han querido". Dios lo puede todo y podría todo, pero jamás violenta sus propias leyes: y la primera de esas leyes es que el hombre fue creado libre. Si lo sabrá Él, que es el Creador. 

El misterio de la iniquidad no es más que el misterio de la libertad. El culpable de lo que ocurre no es Satán, somos nosotros. Es más: si el hombre se planta el Príncipe de este mundo es destronado de continuo.  

Ya no se puede evitar la nueva rebeldía alemana pero sí la abominación de la desolación. Para ello, hay que hablar claro y luego cada católico debe elegir entre la verdadera y la falsa Iglesia

O lo que es lo mismo: no culpe a Dios de lo que ocurre, amigo, cúlpese a usted mismo. Sí, le hablo a usted.

De la eternidad al presente: ahora mismo la Iglesia Católica vive un momento crítico, no terminal, pues la Iglesia no puede morir, pero sí crítico, Como aseguraba aquella genial película de Billy Wilder, titulada Un, dos, tres, "la situación de la Iglesia es desesperada, pero no grave". 

Y así, me atrevo a darle un consejo al Papa Francisco. Santidad: no tenga usted miedo a que hablar claro provoque un cisma... porque el cisma ya está aquí.

Podríamos decir que la alternativa estriba entre declarar la guerra o certificar la muerte. El orgullo anida en demasiadas cabezas curiales, no sólo alemanas. 

La fiesta del silencio de Cristo terminará con la II Venida de Cristo

Dicho de otra forma, ya no se puede evitar la nueva rebeldía alemana pero sí la abominación de la desolación. Es decir, la profanación eucarística... ¿quizás lanzada desde la propia iglesia de Cristo? Para ello, hay que hablar claro... y luego cada católico debe elegir entre la verdadera y la falsa Iglesia. Porque eso es, nada menos, lo que está en juego.  

Y no olviden que toda la tribulación actual terminará con la II Venida de Cristo.

Santidad: hable.