A lo mejor hay un antes y un después en el Sanchismo tras la riada de Valencia y después del numerito de Pedro Sánchez hoy, en Paiporta. Sánchez hace política ante las cámaras, no en escenarios reales, sino que hace de esos escenarios reales verdaderos estudios móviles de TV. Por eso le gusta protagonizar viajes pero con el programa bien planificado, siempre pendiente de las cámaras, sin público. Si lo hay, y hay amenaza de abucheos, convenientemente protegido por una legión de guardias civiles y policías nacionales, y siempre pendiente de las cámaras.

Pues bien, los Reyes visitaron Paiporta, una de las zonas más afectadas por la DANA, y la gente montó en cólera. También contra los monarcas pero sobre todo contra Sánchez, al que destrozaron su coche y al que la Guardia Civil tuvo que salvar formando un escudo humano. 

Pues bien, en lugar de aguantar a pie firme, como hicieron los Reyes, aún manchados de barro, el presidente del Gobierno salió huyendo. Pero no volvió a Madrid, de donde nunca debió haber salido sino que, por el contrario, se volvió al centro de mando de operaciones. Allí, bien protegido, con una chulería impropia del momento, soltó otra de esas sentencias que le definen mejor que cualquiera de sus plúmbeos discursos. Tras calificar de violentos a los desesperados, aseguró que lo importante era "salvar vidas". Una sentencia que ya empleara en el COVID... como si fuera él quien nos salvó a todos de morir ante el virus. 

Alguien definió a Sánchez como un hombre sin escrúpulos. Ahora no es el momento de calificarle pero si el de plantearse si, tras este domingo de Paiporta, 3 de noviembre, hay un antes y un después en el Sanchismo. No por él sino porque ahora ya no puede ocultar que no lidera ninguna mayoría social