Cuando se topa con el cristianismo, un tipo como Mussolini bien poco puede hacer.

La familia de José Antonio Primo de Rivera, fusilado por los republicanos, decidió retirar sus restos del Valle de los Caídos y trasladarlo a una tumba de su propiedad, en en el cementerio de San Isidro de Madrid. Pues bien, alguien, que a lo mejor no sabía ni a quién estaba insultando, ha profanado esa tumba con una pintada grosera, tampoco muy grande.

Y la cosa no habría pasado de ahí si no fuera porque si algo caracteriza a Pedro Sánchez es su afán profanador. Profanar es atacar a las cosas sagradas o atacar las tumbas de nuestros muertos. Recuerden las dos acepciones del Diccionario par el verbo profanar:

1.Tratar algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos profanos.

2.Deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables.

Una tumba es algo bastante respetable. Aún más: los antropólogos consideran que una civilización comienza a existir cuando empieza a enterrar a sus muertos, mayormente a inhumarlos, no a exhumarlos.  

Y esto es por lo que, como he repetido alguna que otra vez, resulta que el adjetivo que mejor le cuadra a Sánchez es el de 'profanador', sobre todo de tumbas, pero también de conceptos, de convicciones, de dogmas y de cualquier cuestión, inmaterial o material, que le suene a sacro.

Pues bien, la profanación se ha puesto de moda y los muertos no se defienden, así que ¿por qué no profanar los cementerios, que son sacros y, al mismo tiempo, una muestra de civilización? 

Además, los vientos de profanación que soplan con el sanchismo siempre caminan en la misma dirección, la que ha marcado el presidente del Gobierno: manosear cadáveres. Él mismo ha dicho, con notable orgullo, que pasará a la historia por haber desenterrado el cadáver de Franco, tan solo 45 años después  muerto, lo cual rebela el indomable coraje de quien, como don Pedro, es capaz de pisarle el rabo la león después de muerto.

Ahora le ha tocado el turno a José Antonio. Justificadísimo ataque: era el fundador del fascismo español, por lo que todo ataque se queda corto. 

Ahora bien, resulta que no hubo fascismo en España porque José Antonio era católico... por mucho que la progresía se empeñe en comparar a Franco... hasta con los nazis. 

Es cierto que para defender a la nación española y proteger la memoria de su padre, el fundador de la Falange adquiere una tono y una estética que recordaban al fascismo italiano. Pero ni aún con esa forma similar, y a pesar de la alianza, en la guerra civil, en el fondo, falange española y fascismo italiano caminaron por dos sendas bien distintas. 

Y es que Musolini era un ateo procedente del socialismo mientras Primo de Rivera procedía de la cosmovisión cristiana de la existencia, en la que perseveró hasta el final. 

Es la misma razón por la que Franco no fue ni un fascista, ni, mucho menos, un nazi. Es verdad que tardó décadas en convencerse de que el liberalismo económico, era la salida lógica al Régimen pero Franco era dos cosas: cristiano y militar, por eso no fue un fascista ni podía serlo. 

La fe en Cristo hizo que España se quedara al margen de los excesos del fascismo en Italia y, mucho más, del nazismo en Alemania.

La prueba final es que la Iglesia condenó el nazismo, el fascismo y el marxismo, pero no condenó el franquismo: todo lo contrario, le llamó cruzada, en honor a los mártires católicos de 1931-1939. 

Sí he dicho 1931, porque, apenas un mes después de instaurada la II República, los milicianos socialistas ya asesinaban a católicos e incendiaban conventos.

Pues bien, el ambiente guerracivilista que se está creando no es de extrañar que un imbécil profane la tumba de José Antonio.

¿Digo todo lo anterior porque yo sea falangista? No lo soy, no lo he sido nunca y, aunque respeto, y mucho, la figura de José Antonio, su obra no me gusta. 

Pero lo qua a mí me gusta o disguste importa poco: lo importante es que dejemos en paz a los muertos. Las profanaciones de tumbas resultan tan miserables como peligrosas.