No sé si recuerdan aquel 'comic' militar donde aparece un sargento que se dirige a sus reclutas con una orden perentoria: 

-¡Sean felices durante 10 minutos! 

De inmediato, todo la compañía se pone a sonreír, más o menos mecánicamente. Finalmente, el sargento vuelve a chillar: 

-¡Se acabó la felicidad! 

Entonces, todos vuelven a la formación con mirada fiera, impasible el ademán.

Pues eso mismo hace la ONU: declara el 1 de agosto como Día Mundial de la Alegría. Y verán, uno soporta a los progres mientras no caigan en la cursilería, que es en lo que incurren a cada instante. Sinceramente, no aguanto al progre hortera... pero lo malo es que el progre suele ser un hortera de tomo y lomo. 

Lo de los días mundiales de... no son otra cosa que un invento para suprimir el santoral católico, que dedica a cada día a uno o varios santos. El 1 de agosto, Día de la Alegría por ejemplo, 'coincide' con la festividad católica de San Alfonso María de Ligorio, maestro de teología moral, la que más interesa a los profanos y autor de esa pequeña joya de devoción popular que son Las Glorias de María. Pero hay que celebrar el Día de la Alegría o estás alegres porque así lo decreta Naciones Unidas, o sea, por narices. 

El caso es que lo mismo hicieron los revolucionarios franceses que cambiaron el calendario porque el calendario estaba pegado a la vida de fe y a la Revolución ilustrada el calendario le importaba un comino, pero destruir la fe le ponía.

El problema no son los días mundiales de... El problema es cuando el bueno de Ligorio, fundador de los redentoristas, baja la mirada desde arriba y contempla cómo anda su congregación religiosa, mismamente en Madrid. 

Es entonces cuando uno, en su consuetudinaria maldad, sospecha que el santo napolitano empieza a sospechar si no sería mejor cristianizar el pagano Día Mundial de la Alegría que tratar de recuperar el sentido de la fe a sus sucesores redentoristas. Entre otras cosas porque a lo mejor la primera tarea resulta más sencilla.