El gran Charles Darwin no quiso desarrollar su teoría incipiente sobre la evolución de las especies (que no sobre su origen) pero sus próximos lo hicieron por él. Y lo hicieron en el doble sentido habitual de lo que hoy entendemos por darwinismo: ateísmo y eugenesia.

En lo del ateísmo no entro porque siempre me ha parecido tan estúpido confundir creación con evolución que lo he dejado correr. Para que algo evolucione primero ha tenido que dar el salto de la nada al ser. 

Pero hablábamos de eugenesia y de los próximos a Darwin... y que, ellos sí, dieron los pasos que el creador de la teoría evolucionista, impresionado por su propia tontuna, no se atrevió a dar. 

En concreto, el primo de Darwin, Francis Galton, lanzó la teoría de la evolución selectiva, que se tradujo en la ley inglesa de 1913 sobre los delincuentes y los cortos de mente que, para quienes confunden maldad y locura, viene a ser lo mismo. Francis Galton proponía que los ricos tuvieran muchos hijos y los pobres ninguno. 

El Estado te mantendrá gratis con tal de que no tengas hijos, pobretón

El problema de estos iluminados -pero iluminados científicos, que conste- es que, ante la estupidez de sus teorías, las formulan como categoría propuesta que no impuesta, pero, como son tan aberrantes, nadie les sigue y acaban por ceder a la tentación de imponerlas en el Boletín Oficial del Estado.

El otro próximo a Darwin elitista-eugenésico fue el propio hijo de don Charles, de nombre Leonard, quien decidió convertir la teoría en institución y creó la Asociación para la Eugenesia, así, sin tapujos.  

Con tal lobby el Gobierno lanzó la repugnante Ley de Eugenesia. En muy breves trazos: los tontos, según los listos, los delincuentes, según los jueces, y cualquiera que sufriera un retardo menor o mayor, deberían ser ayudados por el Estado sí, pero a cambio de no tener hijos Y, bestias como eran los darwinistas, si a pesar de las ayudas se empeñaban en reproducirse, entonces serían castrados. 

Naturalmente, se empieza por delincuentes y disminuidos y se acaba incluyendo a cualquier discrepante políticamente incorrecto.

Las dos interpretaciones inmediatas de la teoría de la evolución: ateísmo y eugenesia

Vamos, que los darwinistas defendían la teoría de la evolución pero le temían a la evolución natural, no forzada, de la teoría de la evolución, si ustedes me entienden. Y en cualquier caso, que los humanos superiores sí debían reproducirse. Los inferiores, no.

¿Y quién decidía quién formaba parte de la raza superior? Naturalmente ellos, la élite. La vertiente calvinista de todas las sectas protestantes aportó a la sociedad anglosajona aquello de que, si es pobre algo habrá hecho. Y es que los hombres de Darwin, esos maravillosos científicos progresistas de principios del siglo XX, dieron mucho de sí.

Así que Darwin era un cristófobo impenitente y su teoría sí resultó eugenésica. Y la eugenesia, no lo olviden, constituye la doctrina y la política más repugnantes que hayan surgido en la modernidad. Todo muy progre y muy científico, nada menos que de don Charles.

Para terminar, prediquemos los tres principios referidos por si algún lector encontrara similitudes entre la primera mitad del siglo XX y la primera mitad del siglo XXI. Atención, hoy como ayer:

1.Los hijos, sólo para los ricos. 

2.El Estado te mantendrá gratis con tal de que no te reproduzcas. 

Eso sí, en el siglo XXI hemos cuadrado el círculo: ahora ni los ricos ni los pobres quieren tener hijos. Estamos abocados a la consunción. 

Y lo más grave: esta vez no podremos echarle la culpa a Putin.