El hereje gabachúa, Ernest Renan, terminó su Vida de Jesús en la Pasión, una forma gabacha de negar la resurrección, que es lo que da sentido a la figura de Dios encarnado y redentor, el Dios que muriendo vence a la muerte.
Y doña Juana Belarra, alias Ione, intelectual de fuste, además de secretaria general de Podemos, se aferra también al cristianismo como mero elenco de normas morales y asegura Ione que el Papa Francisco seguramente votaría a Podemos porque coincide con ella en casi todo.
Tanto el protestantismo liberal -o capitalista- y su presunto opuesto, el progresismo socialista, coinciden justamente en eso: ambos pretenden un cristianismo convertido en un mero elenco de normas morales. El catecismo se compone de Credo y mandamientos, pero también de Sacramentos y del Padre Nuestro (oración)
De hecho, ambos, Ione y Ernest, que no Francisco, coinciden en que Jesús de Nazaret era un hombre estupendo, formidable... pero claro, tanto como Dios... eso ya es exagerar. Si al menos Cristo se afiliara a Podemos...
Renan, que era un poco más listo que Ione, incurre, sin embargo, en el mismo defecto: para él, el cristianismo es una moral, no una religión que llena una vida. Y esto porque, para ambos, el cristianismo es un qué, cuando el Cristianismo es un quién: Cristo.
Los cristianos no somos los que creemos en Cristo sino los que amamos a Cristo, digo: nos quedamos absortos ante la, en efecto, insuperable moral cristiana pero eso no nos basta: esa moral no es más que la ley natural proveniente de un acto creador, que bien pudo no producirse y que, una vez producido, ha pergeñado la naturaleza humana y la historia.
La moral cristiana nace cuando Cristo sale de la tumba. De otra forma, vana es nuestra fe y, ojo, vana también nuestra conducta, aunque seamos verdaderos santitos
Y todo esto es muy actual: ha renacido en el protestantismo liberal y renace cada cuarto de siglo en ese catolicismo político del que conviene cuidarse. La moral cristiana nace cuando Cristo sale de la tumba. Si no, vana es nuestra fe y, ojo, vana es también nuestra conducta, aunque seamos verdaderos santitos. Además, para los de la derivada cristianismo intelectual: no nos salvamos por lo que sabemos sino por lo que amamos.
Benedicto XVI, que era un tipo inteligente pero no pedante, fue quien más insistió en distinguir entre el qué y el quién. Pero como era un gran teólogo, no quiso entrar en la distinción entre moral y metafísica, porque sabía que la palabra metafísica asusta a muchos. Lo que hizo fue andar hasta el final del camino y -englobando moral y metafísica-, nos recordó a que el cristianismo no es un qué sino un quién.
Para los de la derivada cristianismo intelectual: no nos salvamos por lo que sabemos sino por lo que amamos
Con ello ascendía otro peldaño: el ser y el bien son una misma cosa.
Ahí mostró la misma genialidad que cuando necesitó resumir la inmensa doctrina cristiana sobre la FIV en cuatro palabras. "Dios ama al embrión". En ello metió aborto, contracepción, FIV, etc.
Señores: El Catecismo se compone de Credo y Mandamientos, pero también de Sacramentos y del Padre Nuestro (oración, hablar con Dios). No es un qué, es un quién. Dios no es un teorema, Dios es amor.